viernes, 29 de octubre de 2010

Hombres comunes

Kirchner asumió en 2003 diciendo: somos hombres comunes con responsabilidades muy importantes. Después, bajó a la calle y se metió entre la gente. Después, descolgó la foto de Videla en la Casa Rosada. Después, armó una Corte Suprema independiente y plural. Después, puso fin a los decretos de punto final, obediencia debida y habilitó la reanudación de TODOS los juicios a los genocidas. Después, no hizo una revolución, no. Hizo el gobierno que un hombre común, peronista, sensato, podía hacer. La muerte es puta en muchos sentidos; uno de los peores es que monumentaliza a las personas. Todos los muertos son perfectos. Y como encima Kirchner era el principal político de la Argentina, desde el miércoles hasta hoy el monumento crece y se perfecciona: de bronce pasa a la plata, de la plata al oro, al platino y al titanio. Así, de a poquito, lo más importante que tuvo este tipo, lo más vital, lo más revolucionario en el contexto de esta Argentina, lo mejor que pudo aportar queda tapado por los relatos monumentalistas: era un hombre común.
Yo no quiero un líder muerto. De hecho, no quiero ningún líder. Mientras deleguemos en otros lo que tenemos que hacer todos y entre todos, ningún cambio profundo es posible. El propio Kirchner le decía hace poco a Milagro Sala: los protagonistas (de la lucha política) son ustedes.
Lo que estamos perdiendo, en medio de un dolor que comparto, es -oootra vez- la idea, que él instaló, de que precisamente un tipo común, no un ser extraordinario dotado de características que ninguno de nosotros podría tener, un tipo común repito, haya tenido los huevos de bajar la foto de Videla y reanudar los juicios. Porque eso demuestra que el gobierno, el poder, no es de la clase política: es nuestro.
Yo no estaba de acuerdo con que no se profundizaran -ni se estén profundizando- los cambios más estructurales que necesitamos. No se reestatizan las telefónicas, no se tienden redes de trenes, no se termina con la especulación inflacionaria, y sobre todo, no estamos yendo hacia lo que ese gesto inicial de Kirchner mostró: una progresiva horizontalización del poder. Parece que es mejor tener un líder muerto que un hombre común mostrándonos que nadie es irreemplazable pero que todos somos imprescindibles (aunque suene contradictorio).
Como con todos los muertos, ahora todos creen saber qué era lo que quería y pensaba Néstor Kirchner. Yo también voy a cometer ese error. Me voy a quedar con esa imagen de 2003, porque Kirchner, pudiendo hacer muchas otras cosas, eligió hacer eso: presentarse como uno cualquiera de nosotros, y bajar a la Plaza (no salir al balcón, ni hablar en cadena nacional) cuando vio que había gente común que de pronto confiaba en él, esto es, confiaba en sí misma. Kirchner hizo un buen gobierno. Cristina está haciendo uno mejor. Pero los mejores cambios desde 2002 para acá los hicimos nosotros. Yo sé que él lo sabía. Por eso, si ahora nosotros lo idealizamos lo matamos dos veces.