miércoles, 27 de mayo de 2009

Ideas fuera de lugar: patrimonio histórico

Si algo caracteriza a Buenos Aires es que nada la caracteriza. Pero hay que hacer como si, porque si algo sí nos caracteriza es el arte del como si. No por nada en las conversaciones de todos los días decimos cada tres minutos tipo como que. Con fecha del 29/02/08, en el blog del Código ambiental, encontré una reflexión digna de alguien que supone vivir en algo así como tipo París:

Hacia la elaboración de un código ambiental para la ciudad de buenos aires
Patrimonio Cultural y Contaminación Visual

La degradación del patrimonio histórico, arquitectónico y cultural de la Ciudad de Buenos Aires, así como del entorno en el cual se encuentran ubicados estos bienes, es fácilmente apreciable mediante un recorrido de la ciudad. La demolición de petit-hoteles para dar lugar a la construcción de modernos edificios o comercios y aun para playas de estacionamiento, el descuido de importantes monumentos y edificios históricos, su profanación mediante la instalación de carteles publicitarios, el cambio de coloración de sus fachadas por la intensa contaminación atmosférica, y la destrucción de sus entornos, así como de barrios emblemáticos de la ciudad, el trazado de autopistas y emplazamiento de antenas, entre otras múltiples agresiones, muestran claramente que la preservación de la identidad cultural de Buenos Aires no ha constituido una prioridad para los porteños y sus gobernantes, ni aun con miras a los beneficios económicos que dicha preservación podría acarrear a partir del turismo. La Constitución porteña plantea el deber de la ciudad de desarrollar una política de planeamiento y gestión del ambiente urbano e instrumentar un proceso de ordenamiento territorial y ambiental participativo y permanente que promueva, entre otros aspectos, la preservación del patrimonio natural, urbanístico, arquitectónico y de la calidad visual y sonora. Además garantiza la preservación, recuperación y difusión del patrimonio cultural, sin que importe el régimen jurídico y la titularidad, “la memoria y la historia de la ciudad y sus barrios”.

Todo suena muy "políticamente correcto", no? No. Hay algo que hace mucho ruido: declamaciones como ésta se arman con ideas fuera de lugar, como suele decirse.
Hablar de profanación de edificios históricos implica una mirada sacralizada de esos edificios. Los porteños, en general no tenemos esa mirada; al contrario, la ciudad es un espacio de lucha; por lo tanto, es muy difícil hablar de preservación si no hablamos primero de convivencia.
El carácter emblemático de ciertos barrios es también una construcción arbitraria. ¿Cuáles serían? Todo lugar donde uno ha vivido cosas importantes para uno, por más feo y humilde que sea, es emblemático.
Ahora bien, históricamente sí habría zonas que serían emblemáticas, si nuestra historia fuera a su vez algo común, y no también, como lo es, un territorio de lucha, constantemente revisado y dado vuelta. Lo que pasa con el tratamiento de los hechos históricos argentinos es exactamente lo que pasa con el llamado patrimonio histórico: lo es para unos, no lo es para otros, y esto en términos extremos. Demoler y rescatar de entre los escombros, ciclotímicamente, es la clave de nuestro "urbanismo" y al mismo tiempo de nuestra historiografía.
Por si la cosa no fuera complicada, por ejemplo, existe en este momento un proyecto ya aprobado para la zona de Cromañón. Se busca recuperar la circulación en la zona, asumida por los familiares de las víctimas como territorio de reivindicación, y a la vez conservar este carácter. No entienden un carajo: que la circulación se vea impedida es, precisamente, la forma que tienen los familiares de reclamar justicia. No podés hacer las dos cosas.
Y por si lo contemporáneo no alcanzare, tenemos el mero paso del tiempo, que en una ciudad aluvional como Buenos Aires es incluso dudoso. Lo que hoy es nuevo, mañana será simplemente viejo; pero pasado mañana ya será antiguo, porque viejo, lo que se dice viejo, no tenemos nada. Sin embargo, como en Europa se trabaja sistemáticamente en torno a conceptos como este de patrimonio histórico, tenemos que fingir que lo tenemos, y calcular en velocidad dónde puede haber algo que se ligue el título. ¿A qué puta edad algo se vuelve patrimonio? Los horribles, pero funcionales y multitudinarios edificios de departamentos para clase media construidos en los '60 ya son testimonio de una época; cuando yo era chico –tengo 48 años- esos edificios podrían haber sido demolidos sin que nadie pensara en algún carácter patrimonial histórico para ellos. Pero ¿y ahora?
Y pongamos que conservamos TODO: implica congelar la ciudad, detener el flujo vital que es esencial en cualquier agrupación humana. Pero, al mismo tiempo, hay una especie de patrimonio social fragmentario, digamos, o personalizado; zonas que para algunos vale conservar, y para otros no.
Pero la idea está fuera de lugar: si creyéramos, posta, que formamos parte de una comunidad, tendría sentido un proyecto global de conservación de algo así como un patrimonio histórico, porque sólo una actitud colectiva de estar todos juntos en la misma le daría sentido a la historia, o mejor dicho, daría una historia. De hecho, si hubiera un mínimo de sentido histórico, o sea, de comunidad, no hubiéramos permitido que con el Abasto hicieran ese choting deplorable, donde podría haber un Centro Cultural o un museo abierto, etc. El concepto de patrimonio histórico no puede bajarse desde arriba, ni puede importarse desde afuera. O viene de abajo, de una convivencia, que yo todavía no veo, o es pura sarasa.

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