Hay alguien en un cuarto. Sabe que no puede permanecer allí indefinidamente si quiere sobrevivir. Sabe que si sale sus posibilidades ya son pocas, pero cualquier cosa es mejor que morir encerrado. El cuarto se distorsiona permanentemente ante sus ojos: paredes multiplicadas, infinitamente planas. Las manos no pueden tocarlas. Los ojos ven puertas y ventanas, ven salidas. Pero, al acercarse, esa distorsión, que él cree espaciotemporal y en realidad es efecto de la historia y la memoria, genera nuevas paredes, donde había puertas y nuevas puertas, lejos, a incalculables pasos, donde había paredes. Los movimientos se tornan torpes y díscolos: para alllá, para acá, otra vez aquel rincón, otra vez una pared seca como el silencio del desierto.
Pero ¿esto es un cuarto? Es un cuarto, se dice: la cuarta parte de un entero. Es decir que hay otros tres cuartos hacia alguna parte, detrás de algunas paredes. Sabe de antemano que serán iguales: son cuartos, y la distorsión será la misma. El entero es un todo sin salida. Pero ¿por qué no puede ser verdadera alguna puerta?
Hay alguien en un cuarto entero buscando picos, martillos, cualquier cosa que le permita romper una pared. Pero ¿cómo saber cuál, y que no conduzca a otro cuarto del entero y a otro encierro estallado de distorsiones?
Sin embargo, hay alguien, otro alguien, en otro cuarto del entero: desea el encierro porque vive del encierro del primero. La distorsión es en realidad un sistema de alimentación invisible, por el cual el otro vive del mismo, tanto que el mismo no vive. Así, tranquilamente, el otro ha consagrado el encierro bajo el nombre de libertad, y así defiende su posición sin concesiones. El mismo, el primero, el último, el segundo, interrumpe sus golpes de pico: ha intuido que el otro, el otro segundo, el vividor, puede chupar toda su energía si aparece de golpe del otro lado de la pared, es decir, si queda de pronto expuesta la verdad impúdica del entero. Por eso el mismo vuelve a buscar una puerta. Necesita encontrar la puerta: esa puerta, y no un espejo ni un espejismo. Pero sabe también que si la encuentra, el otro, el último, el segundo del segundo morirá. Y sabe también que si no sale del cuarto entero, él, el mismo, morirá también. El otro no tiene dudas. El mismo no conoce sino dudas sembradas como minas personales entre él y cualquiera de las pseudopuertas. La duda del mismo es el arma del otro. La certeza ciega del otro es el arma (desconocida) del mismo. El otro llama a la puerta.
10 comentarios:
vos viste la saga cube!!!!!
y si no la viste bajatela!!!!!
che pasapor los dos blogsd no seas union pro
Ilu, no, no la vi. La vua buscar. Y no me digas unión pro que ofendo y no paso nada, no paso (¿cuáles dos de todos los que tienen?)
Confucio: "la salida es por la puerta, porque nadie utiliza este método?"
A mi tambien me irrita muchisimo esta frase.Me parece muy simplista. Por eso me la repito siempre. Porque no utilizo ese método?
Este breve relato debería ser utilizado como ejemplo ficcional para explicar el estallido del nóema.
Chapeau, mon ami!
bo...buscate la saga cube es buenísma sobretodo la 1era. y la 3era.
pasate por el mio y el de los concursos de fotos...o lo olvidaste...EXHIBICIONISTA!!!!
JAJAJA
Syla: entre varias cosas muy mezcladas, este post era, justamente, un intento de reflexión sobre esa frase de Confucio. Al menos, era el punto de partida. Si yo tuviera a la vista la verdadera puerta; no hubiera duda posible acerca de su verdad; y, aun así, tratara de saltar por la ventana o romper la pared, ok. Pero el problema es la existencia de mútliples pseudopuertas. Lo que a mí me irrita de la cita de Confucio es llame método al mero hecho de salir por la puerta, y no me diga cuál es el método para distiguir dónde está la puerta.
Von Eisberg: Te juro con la mano apoyada en la pila de tomos de la Husserliana (que no tengo) que ni había pensado en esa posible lectura. Lo leí de vuelta, y sí: está todo. La mónada, la percepción como fenómeno subjetivo/objetivo, la empatía del otro como ventana, etc. Corregime si me equivoco: ¿vos lo entendés como estallido del nóema porque el relato mantiene la lógica de la intencionalidad pero parece que la da vuelta, en el sentido de considerarla una distorsión donde domina la angustia y la lucha a muerte?
Otra cosa que se me ocurre a partir de tu lectura: los escorzos del objeto no me dan una salida, sino que, por efecto de su multiplicidad imposible de unificar me dejan encerrado en cadenas inconexas de intenciones; ahí, entonces, el nóema estalla. Y simultáneamente tienen que estallar las nóesis.
Tenés una aspirina?
ante la ley
incluido en el proceso
un ser humano desde que nace edifica paredes mentales tal y como el hombre pone paredes físicas, barreras, fronteras, todo un complejo entramado que impide llegar al fondo de las cosas, la sustancia humana misma.
luego viene el trabajo de, mentalmente, deshacer lo echo, has captado muy bien esa sensación.
saludos
Dani: tu reflexión me hace ha dejado pensando varios días en algo bastante inquietante: y si la sustancia humana misma no fuera sino la suma de estas paredes mentales y sociales? Yo no lo creo, pero la confusión entre lo puramente sustancial -Sartre diría "el para-sí"- y lo construido -pongamos, el en-sí-, puede llegar a ser tal que la pregunta sea válida.
Saludos, y gracias por pasar.
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