sábado, 31 de enero de 2009

Los alambrados de la pampa virtual

Este blog empezó con una pregunta/propuesta: La pampa virtual. Y, como era esperable, navegó –navegaron: la propuesta y el blog-. Y, como es esperable y deseable, las aguas de la red lo llevaron a donde quisieron (dice el alienado que suscribe, como si nada hubiera hecho; claro, cliquear es nada).
Pero como todavía supongo posible suponer que hay al menos un hilo, una soga, un ancla en la aplastante liquidez, agarro y retomo algo de aquel planteo inicial. Porque hay otra-red-la-misma, que todos conocemos muy bien, y nos preformatea estas opciones:

- Conectado.
- No disponible.
- Vuelvo en seguida.
- Ausente.
- Al teléfono.
- Salí a comer.
- No conectado.
- Cerrar sesión.

Aparentan, estas opciones de "estado", ser muy sensatas, very useful, bla, bla. Siguen esa lógica microsoftiana de "facilitarle las cosas al (pobre idiota del) usuario". Y demás esta decir que todos sabemos que podemos chatear apareciendo como desconectados, de modo que también son formatos muuuy relativos. Pero pensemos un cachito en lo que tenemos todos los días en pantalla, que nunca viene mal:

- conectado: a) ya, de movida, falta la opción conectada. Yo, Juana, ponele, no puedo estar conectado a no ser que sea el Ken de Julia. b) se decía, cuando las palabras tenían su peso específico, que aquello que podía estar o no conectado (enchufado, encendido, etc.) era un aparato, una cosa inanimada. O sea, somos kenes.
- No disponible: ¡qué palabra! Si hay (había) una actitud humana generosa, peligrosa, amorosa, solidaria y poco frecuente era la disponibilidad. Peeeeero, resulta que por mero análisis del discurso (esta lista de opciones, de hecho, aunque no parezca, es un texto) no disponible se opone a conectado. O sea que estar conectado es estar disponible. Haberlo sabido, y la humanidad se hubiera relacionado mucho más solidariamente durante toda su historia.
- Vuelvo en seguida: ¿de dónde? Y ¿cuánto mide "en seguida"?
- Ausente. Bien. Notable hallazgo de un sistema binario que, se supone, no viola el principio de no contradicción: ¿puede uno estar conectado y al mismo tiempo ausente? O sea: puede, en este mundo de conceptos licuados, uno estar disponible –para el otro, se entiende- estando ausente? Parece que los kenes microsófticos pueden. Claro, es una disponibilidad formal.
- Al teléfono: ¡Epa! ¡Qué confesión más humanoide, y encima preformateada! Y ya que estamos, ¿por qué no queda aclarado por difolt con quién hablás?
- Salí a comer: ¿Y a mí qué? Además, si las actividades cotidianas de pronto son también opciones de estado automatizadas, ¿por qué no encuentro en la lista estoy cagando, o estoy curtiendo o salí a reclamar contra el aumento de tarifas?
- No conectado: Ok. Si abriste sesión, ¿para qué decís que no estás conectado? Flor de histeria preconfigurada, ¿no?
- Cerrar sesión: ¿Sesión de qué, licenciadas/os? No era yo una cosa enchufada a otra? Ah! Sesión es ese iconito de abajo que muestra una compu conectada a otra compu, qué boludo… Me olvidé de que yo era el medio y la computadora el fin.

Sí, ya sé: este Ken, quien suscribe, está habilitado por el sistema (gracias, Sistema, muy gentil) para dejar su propio mensaje "personalizado". Pero, honestamente, ¿es realmente personalizado? ¿Acaso le diríamos de manera personal lo mismo a todo el mundo en todo contexto y al mismo tiempo?
No me hagan caso: salí a…comer.

viernes, 30 de enero de 2009

De los usos de la palangana en ingeniería genética

Pongamos que Damián se dio cuenta de que postea/comenta demasiado denso. Eso no va a impedir que lo siga haciendo, desde ya. Pongamos que también se dio cuenta de que, cuando sólo comenta en otros blogs, se afloja un poquito. Pongamos que otros también se dieron cuenta y se lo dijeron. Pongamos, encima, que en la real life siguen pasando cosas que a Damián se le siguen tirando encima, y se le sube el tanito a la capocha, que no deja de ser denso pero no tiene tiempo de creerse un serio opinador. Eso pasó con el post anterior.
Ya está: caí. La red no es lo que yo creía, o sea, un salón literario on line, o por lo menos, no es sólo eso.

Puesto o supuesto todo esto, acabo de prometer en usadas de cerca una "solución" al problema de la detección del ADN-guillermito, y lo prometido es deuda.
La cosa es así (ya hice las advertencias del caso: el que quiera seguir leyendo a Damián, haga clic para otro lado): existe un método para probar la integridad de los huevos, por ejemplo, antes de echarlos a un revuelto gramajo ya cocinado y arruinarlo. Consiste en ponerlos en agua y ver si flotan o no. Si flotan, están podridos. Si no, se pueden comer/usar/testear/paladear…
El salto metafórico es casi obvio. Claro, tiene un problemita técnico, oh, usadas de cerca: habría que poner una palangana delante de las puertas de sus casas (porque más vale prevenir que probar), bien llena hasta el borde, y demandar al sujeto (si es que así se nos puede llamar) que ejercite una complicada hiperflexión (cuclillas con las patas bien abiertas) que no todos están en condiciones de realizar. Pero más vale exigirlo de entrada, insisto, porque los guillermitos suelen no parecer lo que son, y el salto a la palangana es una de sus especialidades.

martes, 27 de enero de 2009

De cómo se licúan los conceptos

Los tanos se juntaron a fines del siglo XIX para apoyarse mutuamente en un país que, aunque les había abierto las puertas (el puerto, en realidad), todo lo demás se lo cerró en las narices: no hubo tierras para ellos –y los que vinieron sólo sabían trabajar la tierra-, no se les dejó seguir hablando su idioma, se los execró por "gringos", y se les negó toda participación política.
'Tonces, como de política sí sabían, armaron cosas como ésta:




Peeeero, como decía Oscar Terán, la modernidad es una aplanadora que todo lo homogeneiza, lo iguala para abajo y lo pone como mercancía. La beneficencia, el beneficio ahora es para los empresarios que manejan la medicina privada. La leyenda sigue ahí, en la parte vieja del hospital, pero su concepto es otro.
Hace nueve años que, quien suscribe, para el caso de hoy, el tanito calentón, se asoció al Hospital Italiano. Hace diez años que tengo que discutir cada cosa, en el lugar que debería contenerme.
Capítulo de hoy:
Sugerencias del chef.

Voy, hoy, recién, a hacerme una audiometría (la primera, y serán muchas. Lo único que me consuela es fantasear que soy Gil Grissom). Me habían dado un turno y un papel donde decía que debía pagar, por todos los estudios, $28 + iva. Me arrimo a la enoooorme mesa de recepción y presento mis papeles.

Administrativa: Le dieron mal el precio, eh?
Tanito - ¿Cómo?
Adm. - Para todo lo que tiene que hacerse son $ 56. Eso es lo que tiene que abonar.
Tanito - No. (la mina me mira por primera vez) No es lo que dice ahí.
Adm. - Mire, acá pide el Doctor, no dos sino cuatro "supraliminares" (una parte de los estudios)
Tanito - ¿Y? (hago una pausa teatral, estudiada. Ahora me mira francamente sorprendida) A ver. Cuando yo vine a ver al Doctor, me dio estos análisis para hacer. Pasé por acá, y una compañera tuya me dio este papel, que dice que, para todo eso, tengo que pagar $ 28. Y es lo que voy a pagar, y esos son los análisis que me voy a hacer.
Adm. - Yo no lo puedo habilitar si no me paga lo que corresponde.
Yo: Justamente lo que corresponde es lo que hemos arreglado: yo acepté ese precio, no otro. (larga pausa) Consultá con tu supervisora, porque este problema no lo generé yo.
Adm - (ya se imaginan la respuesta) Mi supervisora no está.
Tanito (ya muy caliente) - Yo sí estoy, y me tengo que hacer esos análisis. Consultálo. Voy a esperar acá.
Habla con otra, que le dice que hable por tel. con la jefa. Mientras, yo estiraba la mano por encima del mostrador y le aplastaba el índice en el "papelito", diciendo:
Tanito - A ver si nos entendemos mejor: esto es un documento del Hospital Italiano, no es una sugerencia del chef, sujeta a cambios sin previo aviso. Es un contrato. Yo acepté ese arancel, y no voy a aceptar ni otro ni que no me hagan los análisis.
Adm. - (que, de pronto, se da cuenta y sale de su alienación) Mire, yo entiendo que no es un problema suyo, pero tampoco mío, déjeme consultar.
Tanito - Me quedo acá, esperando.

Me dieron el pase a audiometría por los 28 pesos, con lo cual ahora puedo estar acá escribiendo, y no en Reclamos armando quilombo. Pero cada vez que tenés que ir, ya sabés que es para pelear.
Lo que más bronca me da es la microfísica del poder. Porque uno no sabe a ciencia cierta quién es quien está sosteniendo la maquinaria: si este ejército de alienados y alienadas que se ponen la camiseta de una empresa sin recibir nada a cambio, o los garcas de arriba, que por lo menos, saben que son garcas. El sistema vive de la enfermedad de los demás. Pero ¿qué o quién es realmente el sistema? Nada podrían hacer los directivos, en este caso, sin la connivencia de este ejército de alienados, muchas veces descendientes de italianos (Esta chica que me atendió, de hecho, tiene apellido italiano, como me lo mostró su identificación personal colgada de la teta izquierda, la cual –la identificación, no la teta- procedí a anotar en mi libretita maldita, ya camino a Reclamos), que no se dan cuenta del poder que tienen. O sea, chicos, Nietzsche dijo muchas boludeces y muchas genialidades. Una de estas últimas es que nadie mandaría si no hubiera gente dispuesta a obedecer.
Ya sé que lo que cuento es una boludez. El tanito ha sufrido y protagonizado, en muchos casos con mucha peor suerte, otros episodios más graves. Pero me dije: para qué tengo un blog? Y bueno, también para esto: para darle voz al tanito calentón de vez en cuando (pobrecito, no sabe el escrache que le espera).

domingo, 25 de enero de 2009

La espera

Hace muchos linkones (unidad de tiempo virtual, cuyo submúltiplo mínimo sería el clikón: queda sometido a debate, desde ya) una bloguera archiconocida y reconocida por todos tenía un blog llamado "usadas de cerca [reloaded]", hoy cerrado por tiempo indeterminado, para pesar de quienes gustábamos de leerlo. En ese antiguo blog, una vez Cecil posteó una breve reflexión sobre la espera, cuyo carácter hizo que a mí se me dispararan otras ideas sobre la condición de espera, que no tenían mucho que ver con lo que ella sugería, pero las conservé porque escribo toooodo en guord antes. En realidad, este era el borrador. No recuerdo si lo que puse en aquel comentario era esto, y además, como puede preverse, lo revisé todo de punta a punta.
La idea sigue siendo agarrar un concepto y desplegarlo a ver qué pasa.

La espera es cierto modo de respirar. Una respiración penosa. Se entrevé todo el tiempo algo ahí, justito adelante: una pre-figura inidentificable en la niebla del futuro, que no es sino ahí-nomás-cada-vez, durante cada espera. Pero como la prefiguración no se resuelve nunca en figura, no se actualiza, vuelve la espera, vuelve la niebla. Vuelve la dificultad, y se respira gota a gota. Y como no hay muchas direcciones alternativas a mano, uno agarra y, en lugar de seguir fijando la vista en ese momento inmediatamente-por-venir-que-no-viene-carajo, uno apunta, prudentemente, para el otro lado: se pone a recordar.
Un recuerdo es un objeto manipulable. Ya fue: lo tengo ahí, hago lo que quiero, lo doy vuelta, lo acomodo, lo atesoro, lo descarto. Pero no cualquier recuerdo: si el recuerdo es, justamente, el de haber esperado infructuosamente y haber obtenido a cambio otra espera más, entonces desde el pasado mismo vuelve el boomerang y ataca. O peor: supongamos –es un simple suponer- que el pasado guarda escondido un sufrimiento insoportable, inmemorial, que sabiamente hemos cajoneado bajo múltiples llaves maestras. Ya sabemos que en la espera anida, no sólo el futuro, sino el pasado. Y ahora, supongamos que ciertos datos equívocos, fragmentarios, leves, probablemente casuales de la pre-figura esperada invocan, conjuran ese antiguo sufrimiento y rompen las cerraduras del cajón: es ahí que la espera se vuelve agonía.
Se sigue deseando que la pre-figura se figure de una vez, disipe la niebla; pero ahora el cajón está abierto, se proyecta a lo por venir y amochila irreparablemente la pre-figura que, atenazada entonces, es objeto de deseo y objeto de aversión. Es inminente y póstuma. Es ayer dentro de un ratito. Es ahora para siempre, en una constante inasibilidad putamente presente. Es des-esperación, o sea, revolución en el orden de los tiempos: pasado futuro, futuro pasado, presente impresentable, deambulación insomne. Se vuelve no cuando respirábamos fuerte ya a punto de decir sí. Se vuelve sí, cuando ya el aire se cajoneó. Es no sé, sobre todo, porque no sé es una sabia destreza de la mente para gambetear la espera; y eso que, bien pensado, no saber es en realidad la esencia de la espera.

lunes, 19 de enero de 2009

Yo duelo

Duelo es duelo. Es meterse en el culo todo lo que podía ser y ya no va a poder ser. Es resignarse a no poder ya decir lo que se pudo decir. Es también rebelarse contra la impotencia que producen, o más bien revelan, la muerte o el abandono.
Es incluso alegrase por poder, ahora sí, ahora que el otro no puede modificar nada más porque no tiene una vida (ya sea porque no la tiene o porque nos hemos quedado afuera de esa vida), clasificar prolijamente todo, etiquetarlo y meterlo en sendas cajitas; es matar, en fin. Duelo es agregar a la muerte asesinato: no puedo dar ni retener vida; algo tengo que hacer para lidiar con eso: mato. Mato lo muerto, lo mato –lo muero- dos veces.
Duelo es también euforia ante el fin de la –de una al menos- incertidumbre.
Duelo es ver la propia muerte como posible -por eso se le tiene un poco de bronca al muerto, o al que no está ni va a estar más.
Duelo es culpa por seguir vivo y pregunta transitoriamente trascendental: para qué. Cómo voy a aprovechar la vida de modo que haga una diferencia frente a esto. Duelo es responsabilidad de continuidad de la vida del que no está más –responsabilidad inasumible, porque son sus deseos los que se me encarnan (también transitoriamente?).
Duelo es volver a casa y mirarla como si no fuera tuya, para descubrir que, aun estando todo en su lugar, ahora hay un permanente agujero por ahí. En tu propia casa. Pero duelo es también limpiar la casa: hay alguien que no la va a visitar más, cosa que siempre está pasando pero la muerte o el final de algo agregan una certeza de hierro.
Duelo es vida vista en crudo: como tal; es reconocimiento de absoluta contingencia de todo.
Y por todo esto, y a pesar de todo esto, duelo es cambio, transformación. Al final, secretamente agradecemos a los muertos, o a aquello que sabemos que positivamente terminó, por la sacudida.
Y, ya que lo lingüístico venía quedando afuera: duelo es un sustantivo, sí; pero conserva todo el carácter procesual del verbo doler. Ahora bien, doler es un verbo que siempre remite a un sujeto gramatical externo: Algo o alguien me duele a mí. No podemos decir yo duelo, tú dueles, etc. Doler forma parte de estructuras lingüísticas que ponen el énfasis en la pasividad de la experiencia del sujeto psicológico frente al agente o sujeto semántico-gramatical, el que causa el dolor. El doler es un proceso en el cual el agente es externo: el proceso que se sufre tiene su destinador fuera de quien lo experimenta, el destinatario. Pero cuando se sustantiva el verbo, lo cual no es sino condensar un evento como cosa, y decimos el duelo, curiosamente el sufijo derivativo –o es igual a la flexión de 1ª persona: yo duel-o. Puede que sea excesivo exprimir tanto la gramática, pero parece entonces que hacer el duelo es redestinar esa causa externa del dolor hacia dentro; hacer, del destinatario, destinador.

sábado, 17 de enero de 2009

No more comments

Cuando reabrí este blog hace una semana no sabía, naturalmente, qué podía pasar; más bien, abrí el paraguas y me preparé para que pasara lo mismo que cuando lo abrí en un primer intento en el invierno pasado, a saber, me preparé para poner "cositas" y después quedarme mirando como un idiota el link: "0 comments", "0 comments", "0 comments"…ad infinitum.

No sólo no pasó eso sino que, gracias a la libertad que se dieron a sí mismos los que comentaron (La Luna, Caro, Pandemia) para escribir todo lo que querían decir, y gracias al poder de síntesis (del que carezco) deI Iluso Careta (cito: "cada comment es un post… uy dió… qué flash!"), noté que hay otro preformateo siniestro en esto que nos dan como blogs: la diferencia jerárquica preestablecida entre post (entiéndase por omisión: YO, el AUTOR, bato la post-a) y el comentario (entiéndase por omisión: ustedes, meros lectores, levanten la manito desde sus pupitres y a lo mejor les cedo la palabra).

Ok, cada uno hace de su blog lo que se le canta, en principio. Entonces, yo también: donde decía "comentarios", dirá ahora (se aceptan sugerencias, porque no me convence) "repostean" (lo cual sugiere también que, si están en eso, cópense y manden algo de morfar).

Este blog es público. Yo no habilité moderación de comentarios, ni lo pienso hacer (sigo en esto a aquellas que son los nudos centrales de esta zona de la red abierta, conocidas y reconocidas por todos: Caro y Cecil).

Porque, además -aunque los de Google y Wordpress lo ignoren redondamente- el comentario tiene una larga historia dialéctica: en la Edad Media, época de dogmas duros y puros si las hubo, los "pasivos lectores" iniciaron la práctica de las marginalia (anotaban, tímidamente al principio, "cositas" al margen de los libros sagrados y consagrados por la Santa Iglesia de Roma), y de esa práctica provino un fuerte cambio filosófico que, directamente, terminó con la Edad Media. Pero esa lógica ha vuelto (yo diría, desde los años '80) y funciona, si la dejamos.

Y porque, por otro lado, tiene razón Pandemia también cuando dice: uno abre un blog porque necesita desesperadamente hablar, ser conocido y reconocido. Pero, tras este primer gesto de egocentrismo, se va armando una red que actúa sola, o mejor, interactúa y te trae, con el tremendo poder de la palabra, un modo de la presencia del otro, quien también hizo un movimiento egocéntrico, pero se encuentra con el otro del otro, y se arma otra cosa que, si uno se la banca, puede hacer diluir el egocentrismo ('ta bien, acepto: es una manifestación de deseo, nomás.)

Así que basta, che. Todo comment, al menos acá, es post(a). Y, si lo pienso –esto es lo bueno-, no lo decidí yo, el AUTOR, o por lo menos no se me cayó la idea del aleatorio techo del insomnio: lo decidieron los que se coparon en repostear, quienes seguirán haciéndolo si quieren, y si no, no.

O sea que este post es un comentario.

miércoles, 14 de enero de 2009

Direcciones únicas

No voy a decir nada que agregue nada al primer post. Toy pensando nomás, y en estos casos, agarrar y desplegar un término-concepto puede servir, a ver qué pasa.
La palabra red tiene en realidad dos significados muy distintos. Por un lado, siempre se usó para aludir a todo objeto que deja pasar algunas cosas y no deja pasar otras, como la red de pescadores o la red de una cancha de tenis -que deja pasar la luz, o sea, no deja pasar la pelotita pero permite ver qué va a hacer el rival con la misma, digo, la pelotita), etc.
Por otro lado, red es todo sistema de conexiones múltiples. Antes de Internet, ya se decía, obviamente: hay una red de seguidores de P, o hay una red de espionaje internacional; o las neuronas constituyen una red, etc.
¿No se nota que hay como dos direcciones opuestas en el concepto, pero que parecen únicas? La primera dirección implica limitar, restringir, atrapar de manera astuta; la segunda, desplegar contactos con un fin de contención o de comunicación interna o externa, o de acción colectiva.
Me parece que lo que vivimos con Internet, MSN, celular, Facebook (un paso que no creo que dé), etc., etc., es como caminar sobre una cuerda floja a gran altura (o a ninguna: flotando en el éter), mientras debajo están "las dos redes": podemos caer en una o en la otra, o en ambas.
No. Me equivoco. Por caer en una, si no lo manejamos conscientemente, caemos en la otra. Sí, hay redes de comunicación, no sólo de contacto, ponéle. Pero ¿y todo lo que queda afuera, todo lo que no está conectado, todos los que no pueden o no tienen cómo manejar una compu, y toda guerra material, todo hambre real? Al estar conectados, para contenernos, macanudo, lo dejamos afuera y, peor, NO PASA, no ocurre, porque no está en la red. Me dirán: sí que ocurre, andá y velo. No tengo tiempo, che: tengo que contestar un post y me están invitando a una sesión de mesenyer, y aparte, ya lo vi en iu tub y dije algo (o sea, cliqueé: listo, fue).
Como todo tiene un paso dialéctico ahí agazapado, no por nada me olvidé del tercer paso: una red es algo que arrastra al mismo tiempo que es arrastrado. Somos arrastrados a nuestras sillas, o sea, somos empomados en nuestras sillas, y arrastramos a la red a empomarse a sus sillas. Pero NO ES mecánico: mentira. Cliquear es un acto voluntario, depende de una decisión. Y dejarse empomar pasivamente o en cambio mover la red, ampliarla, darle poder, también.
Atentti: los servidores, los programadores, nos están dando una incontable serie de falsas identidades: imágenes, perfiles, comentarios, datos, etc. Eso nos hace sentir que ya está, que existimos. La trampa: existimos en sentido total, si nos agarramos de eso. Y la existencia es parcial, incierta, abierta. No somos lo que mostramos. Somos lo que hacemos.
Lástima que, después de tanta palabra, no sepa responder o sugerir siquiera qué podemos hacer. Sólo puedo recomendar, para seguir pensando, Los desposeídos, de Ursula Le Guin. El texto de política en forma de novela más fuerte que leí en mi vida.

domingo, 11 de enero de 2009

Por qué no reenvío ciertos forguars

Esto lo repartí por mail a unas veinte personas hace un mes, cuando no tenía blog, así que pido disculpas si alguien ya lo leyó.
En esos momentos recibí este forward, que no reenvié a nadie pero que me dejó pensando. Quiero compartir con quien tenga ganas de leer un cacho algunos "problemitas" que tiene este tipo de planteos. El forward decía así:

Esto realmente sucedió en un vuelo de la compañía British Airways, entre
Johanesburgo y Londres.

Una señora blanca, de cerca de 50 años, se sienta junto a un negro.
Visiblemente molesta llama a la azafata.

La azafata: "¿Cuál es su problema señora?"

La señora: "Pero, ¿es que no lo ve? Me han puesto al lado de un negro!!, y
no soporto estar junto a uno de estos seres tan desagradables, así que
ubíqueme en otro lugar, por favor"

La azafata: "Cálmese, casi todo los puestos de este vuelo están ocupados,
pero iré a ver si hay algún asiento libre"

La azafata se aleja y retorna luego de algunos minutos: "Señora, tal y
como pensaba, no hay ningún puesto libre en clase económica. He hablado con el
comandante que me ha confirmado que no hay tampoco puestos libres en la clase
ejecutiva, pero todavía tenemos un puesto libre en primera clase".

Y antes que la señora pudiera hacer el más mínimo comentario, la azafata
continúa: "Es completamente inusual en nuestra compañía permitir a un
pasajero de clase económica sentarse en primera clase!!!, pero visto la
circunstancia el comandante piensa que sería escandaloso obligar a alguien a
sentarse al lado de una persona así de repugnante..."

La azafata se da vuelta hacia el negro y le dice: "Así que, señor, si lo
desea, tome su equipaje de mano, que lo espera un asiento en primera
clase..."

Todos los pasajeros que shockeados asistían a la escena, se levantaron y
comenzaron a aplaudir.


Si luchas contra el racismo, envía este mensaje a todos tus amigos/as, y no
borres este mensaje sin enviarlo al menos a una persona!!!

Hazlo, es importante!!!

Bien. La primera razón por la que no lo reenvié es que me revienta este tipo de órdenes de reenviar a otros, y encima, que te digan que es importante, como si fueras idiota y no pudieras juzgar por vos mismo. Pero luego me di cuenta de otros "problemitas" de la anécdota misma, a saber:

1. me hacía ruido, hoy, en 2008, la expresión "lucha contra el racismo". No porque, evidentemente, me parezca bueno el racismo sino porque, así dicho, es una abstracción. Si hay un trabajo que hacer no es luchar contra un concepto abstracto sino trabajar en favor del reconocimiento de las diferencias en concreto.
2. en la anécdota, mientras todo se presenta como una extraordinaria lucha por la igualdad, y un castigo a la discriminación; mientras uno, de entrada piensa: qué copado ese comandante, o qué bien manejó la situación esa azafata, se da por sentada la normalidad de la existencia en todos los aviones, como ya sabemos, de una clase turista o económica y una primera clase. El premio al ex discriminado consiste en colocarlo en una posición económica superior, de regalo.
Me empecé a preguntar qué mensaje realmente transmite esta historia.
En el marco de un capitalismo omnipresente y, estructuralmente generador de diferencias –ahora en el sentido de discriminaciones-, todos discriminamos: a los gordos, a los feos, a los viejos, a los jóvenes, a las mujeres, a los discapacitados, a los que no tienen trabajo, a los adictos, a los que suponemos menos ilustrados que nosotros -discriminación intelectual-, a los que practican opciones sexuales diferentes, etc., etc. Y lo digo en 1ª persona del plural porque no creo que haya alguien, incluyéndome, que no haya adoptado alguna de estas actitudes al menos. Entonces, me pregunto: en ese marco, ¿qué importa una discriminación más: a los negros? Importa hoy hacer como que lo hemos superado, justamente para tapar todas las otras, y hasta para justificarlas. Ahora, efecto Obama mediante, es cool aceptar a los negros. Pero en Estados Unidos figura, en la visa de entrada, un casillero con las "razas" (sic) donde encima se distingue entre "blanco" e "hispano" (recontrasic). Déjenme de joder.

sábado, 10 de enero de 2009

La pampa virtual

Fin zona urbanizada: cartel rutero que todos los microorganismos urbanos –sobre todo en nuestros años predigitales, o mejor, de un solo dígito- hemos mirado al menos una vez con susto: ¿y ahora? Si se acaba la zona de la civilización, ¿qué pasa? Al menos una vez, también, hemos mirado ese cartel como sinónimo de aventura –pocas veces realizada-. Más de una vez, como anuncio de soledad, pero de esa tranquila –es cuando los urbanococos nos hacemos pluricelulares y ya nos asfixiamos mutuamente, incrustados en tejidos de cemento-; soledad de esa que hace suspirar de alivio.

Ahora, nos dicen, la urbe es global: este sitio, este blog, y todos los medios hipercontactadores –no hipercomunicadores, aunque la diferencia se esté diluyendo cada vez más- parecen haber generado la imposibilidad existencial de un fin de toda zona que no esté al menos virtualmente urbanizada. Obvio es concluir que el nombre de este blog es entonces una mera manifestación de deseo (como el de muchos blogs).

Y me imagino la pregunta: si así lo pensás, ¿para qué te metés? Respondo: porque desde afuera es fácil decir "esto no es para mí", o –frase tristemente célebre-: "cualquier pelotudo tiene un blog", dicha, de paso, por un megapelotudo mediático. Ya tuve un blog, con el mismo nombre, y no supe manejarme, ni sabía lo que estaba haciendo. Ahora tampoco. Pero es mejor desde adentro. Claro que no sé qué estoy haciendo, pero prefiero compartirlo, y que quede abierto a toda clase de debates.

Tenemos (en realidad, nos han formateado desde arriba) esta hiperurbe, este sexto continente virtual, donde –insisto- estamos siempre conectados pero sólo eventualmente comunicados (pregunta metodológica: ¿existe la comunicación? Y si existe ¿qué carajo es, realmente?); tenemos esta rara y hasta sospechosa facilidad: cliqueamos y está el Otro, volvemos a cliquear y desaparece el Otro, todo sin mover el culo de nuestra silla; cliqueamos y, aparentemente, nos enteramos de la "vida" del Otro, volvemos a cliquear y "matamos" la vida del Otro, etc. Esta hipercolmena, digo, ¿es civilizada? ¿Es el colmo de la civilización? ¿O, más bien, justamente por movimiento dialéctico, aquel cartel rutero debería clavarse en el Polo Sur para avisar al universo todo que todo Esto de urbanizado ya no tiene nada? Porque esta facilidad para hacer aparecer y desaparecer a los demás, sabiendo que el Otro, del otro lado, sí existe y está tipeando, leyendo o mirando, es bastante brutal. Más bien, parece, le hemos quitado a la "civilización" su máscara, a la "urbanización" su cortesía; y la red, por momentos, se ve como (es decir, aparenta ser) un campo abierto y desnudo, donde todo es posible.

Pero donde la libertad es absoluta no hay deseo. Sigue a esto la parálisis, que en la red se disimula navegando y navegando y navegando… ¿Les pasa esto? ¿O soy yo el paralítico anacrónico? Dónde está el Otro que lévinasianamente pueda imponerme su rostro (el vivo, el que puedo tocar, el que me interpela, no el de una foto o video)?

Para preguntarlo rápidamente:

¿Internet es una herramienta o nosotros somos herramientas de Internet?

¿Internet es un producto o nosotros somos –o vamos siendo ofrecidos como- productos para Internet?

Me dirán: depende de cómo la usemos. Evidentemente. Pero ¿hasta qué punto podemos usarla como queremos y hasta qué punto nos arrastra a conductas mecanizadas?

Todo está por verse. Porque no sólo cabe aquí lo negativo sino también, como lo estamos experimentando, caben la fantasía, la aventura y, sí, el deseo. Y también la soledad, salvo que en todos los sentidos ahora, que son infinitos, como el campo abierto, como la pampa interminable e indeterminable del siglo XIX.

damián