miércoles, 13 de mayo de 2009

Una foto no es un cuadro

También los límites inferiores de la zona, los que nos dicen que la cosa sigue más allá de lo que vemos, y sobre todo, sigue porque no lo vemos, conducen a pasados ya desurbanizados. Hoy encontré una foto, no de alguien-sí de alguien: una foto de un cuadro. La cosa fue así:
Hace muchos años estaba en una fiesta en una casa del barrio de Devoto. No sabía que meses después iba a vivir en esa casa. Conocía muy poco a quienes vivían en esa casa, pero era de esos momentos de la vida en que cualquier otra cosa que no sea aquello en lo que estás encerrado es mejor.
Ella, una de las dueñas de casa, tenía un cuarto. Yo no sabía que luego sería mi cuarto, cuando ella se fuera de esa casa y necesitaran otro inquilino. La puerta del cuarto estuvo cerrada casi todo el tiempo, durante la fiesta, y sólo por eso, daban ganas de a ratos de voltearla de un golpe de hombro.
Pero hubo un minuto de revelación. En ese minuto, la puerta se abrió y vi un cuadro en la pared. No sabía que, instalado meses después en la casa, iba a encontrar, como único vestigio de ella, una foto de ese cuadro.
Claro, una foto no es un cuadro. Por lo menos, no el cuadro que vi de un solo golpe, durante ese minuto en que ella tuvo abierta la puerta de su cuarto, que sería mi cuarto. A ver qué fue eso: colgada en la pared y a baja altura, como puesta para ser visto de cerca y desde la cama, o más bien desde el colchón echado en el piso que también vi en ese minuto voraz, esa tela me fulminaba tranquilamente. Dos cuerpos uno, no sé describirlo de otra manera, un abrazo imposible delante de mí, una voz hermética que salta desde el mundo plano de la fiebre y narra la historia de la piel como la de una guerra anónima por el gobierno de un solo sexo, de un solo corazón, de un solo centro disponible. Un cuadro, nomás; una mera tela, cerrada, detenida, mirándonos a salvo del espacio multitudinario de los otros; que abre y clausura una discusión marginal apenas audible entre trenes y bailes; una tela que anula, a distancia y sin distancia, el encuentro antiguo de la espalda que no tiembla y las manos que corren por una casa de gritos; que dibuja un centro y lo quema como papel viejo, como cartas de la Tierra, que arma la despedida y encierra al otro en el mismo que despide; que toca otra vez calculando el estallido y la caricia, se va a respirar al desierto y vuelve con voz de mando, pero la fiebre sube y el cuerpo sin cara se desdobla, se abraza y los que son la fiebre se pelean cuidadosamente por ese único corazón, ese único sexo, ese centro que, sin palabras subterráneas, es puro territorio hueco en el borde de lo visible.
No puedo sino describir ahora la foto, claro está, una foto del cuadro, bastante mala. Pero sobre todo, el efecto devastador que me produjo en ese instante no puede ser recompuesto sino por la memoria, cosiendo datos quebrados, dispersos tras el violento portazo.
Hay motivos mucho más sólidos, más razonables para mudarse de casa. Yo no los conozco. Sí, 'ta bien, los pienso cuando voy en el colectivo y me hago el cuerdo, ponele; pero después aparecen cosas como esta, aún hoy día, y en el fondo hay una especie de alegría suicida en descubrirse haciendo cosas que cambiarán la vida de uno por motivos que son, en realidad, inalcanzables, perdidos de antemano e incluso insignificantes. Nunca hablé con ella. Nunca supe más de ella. Y sobre todo, nunca más vi esa tela como tal, en vivo y el directo, en carne y hueso. No: me limité a habitar durante un año un escenario vacío. Y en ese entonces, era suficiente.
El equilibrio de las cosas de la vida no tiene explicación alguna, pero ocurre: está ahí, como una mano invisible que nos da lo que necesitamos de un modo que funciona sólo porque está más allá de todo frío cálculo.

7 comentarios:

Alejandra Conte es:La Kolorada Siniestra dijo...

Que loca tu historia, tanto como los caminos que te llevaron a esa casa, a la foto y al presesnte en el que los hechos volvieron a tu memoria.
Me quedé pensando, que sí una mínima cosa se hubiera modificado en aquel momento, no habría historia, si la puerta no se hubiera abierto lo suficinte por ejemplo.

No sé como llegué a ese razonamiento, dormí poco y ya sabés que me enredo mucho con los post largos, me gustó.

paula dijo...

qué bueno cuando las cosas ocurren como si nosotrxs mismxs no las provocáramos!!!

paula dijo...

tarde pero seguro
te puse un comentario en el "balance"
paula

damian dijo...

Kolo: Sí, o si no hubiera habido una vacante en esa casa, por ejemplo, nunca me habría hecho con la foto y el recuerdo de ese cuadro sería todavía más fantasmagórico o nulo.
Igual, lo que no dije y después pensé es que no hay tanto azar, tanta concatenación invisible de cosas: uno también busca, uno también interviene.
¿Cómo? ¿Son largos mis posts? Naaaaa, me tas jodiendo. Si yo soy un tipo telegráfico (?)

damian dijo...

Paula: Tanto tiempo! Sí, bien decís: es "como si" uno no provocara lo que le pasa. Es lo que le decía un poco a la Kolo. Es raro: hay un efecto final -visto a la distancia, lógico- que te hace pensar más en que las cosas pasan que en que uno intervenga; pero me pa que lo que siempre hay es una dialéctica.
Besos

Alejandra Conte es:La Kolorada Siniestra dijo...

Mirá, tus post son no solo largos, si no que a veces son tannnnnnnnn enroscados como vos, o sea, a veces no entiendo tus post!!!!!


Alguien te lo tenia que decir. No soy tan culta, tu tecnisismo en muchas ocasiones me frustra y me rajo sin comentar.

damian dijo...

Kolo: Vo ya sabés: acá se puede decir lo que se quiera. Pero como yo soy el que posteo, me hago cargo. Lo que pasa es que están las cosas de las que puedo hacerme cargo y las que no. Por ej, que sea enroscado no tiene arreglo. Lo otro sí: si uso, usé o uso en el futuro "tecnicismos", me lo chantás. No se trata de ser más o menos cultos; eso es mitología urbana (a desurbanizar). Cada uno sabe distintas cosas, eso sí, pero cada uno le puede pasar al otro lo que le sirva, como hicimos con el diseño de mi blog. Yo no sabía cómo hacer un montón de cosas, y acudí a vos. Ahí también había tecnicismos, pero de imagen. Y yo no me ofendí, que recuerde.
O sea: si hay veces en que no me entendés, la culpa es básicamente mía. Pero si te rajás y no me lo decís, yo ni me entero.
De lo que toy enterado es de mi enrosque, eso sí. A veces, por ahí, un post no se entiende simplemente porque ni yo sé pa donde voy.