domingo, 6 de diciembre de 2009

Resistencia

Desaparecer no es morir: es no estar
y estar en cualquier parte.
La silla de un muerto es ocupada por un vivo:
la silla de un desaparecido no la ocupa nadie.
El cuerpo de un muerto se pudre, abona la tierra, cierra un capítulo e inicia otro.
El cuerpo de un desaparecido conserva, invisible, los espacios que tenía entre los vivos: reclama ser visto, exige ser muerto, ser vivo, ser alguien, ser algo.
Y es alguien: alguien perfecto. Nosotros potenciamos su vida, lo ensalzamos, olvidamos sus torpezas, sus depresiones, sus insensibilidades. Es alguien reconstruido, independientemente de sí mismo.
Pero los desaparecidos ya no quieren ser perfectos; quieren, por ejemplo, si se llegó al término de morir, poder tener una voz muerta porque ya dijo todo; unos ojos apagados porque ya vieron lo último que tenían que ver y que hayan sido vistos por última y definitiva vez; un corazón detenido cuando corresponde, un estómago y un hígado bien gastados, un sexo muerto después de haber dado toda la vida que podía, piernas muertas de todos los saltos de la vida vivida, pies muertos de todos los pasos, sangre seca de todo el amor y toda la calma.
Los desaparecidos habitan un territorio inaccesible para nosotros, dentro de nuestro territorio. Un espacio sin espacio entre los espacios.

Treinta mil futuros cuelgan inertes entre nosotros.
Treinta mil nosotros debajo de nosotros.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Nada en realidad

No era tener que recurrir a aquello que está exhaustivamente lejos de la alegría, vale decir, al optimismo. Era otra cosa: algo como el calor de la piel en su lugar. La felicidad inadvertida que se arrima a las mesas de los cafés, alguna tarde de febrero: poco a tiempo, pero dispuesta a confirmar que se ha vivido bien. Que todo lo perdido, lo quebrado, lo cruel, lo aburrido de los días lentos iguales a los días, todo lo llevado a la cama con un nudo en la garganta para despertarse gritando, toda tu puta vida, dibuja de golpe una rigurosa acrobacia y se organiza. Pero no es que se organiza; más bien, la respuesta ya está ahí, organizada en el vientito ése que entra por la ventana. Y uno está tomando una cerveza con un amigo, y ninguno lo nota. Y no hay nada, en realidad: únicamente, la piel en su lugar. Y el corazón a salvo en la casa de la piel.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Ríos para Lope


Ir y quedarse y, con quedar, partirse,
partir sin alma e ir con alma ajena
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;

arder como la vela y consumirse
haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo y ser demonio en pena
y de serlo jamás arrepentirse;

hablar entre las mudas soledades,
pedir, pues resta, sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades,
es lo que llaman en el mundo ausencia
fuego en el alma y en la vida infierno.


Lope de Vega

domingo, 23 de agosto de 2009

Museo de Ciencias Humanas



Parque Centenario, verja del Museo de Ciencias Naturales. ¿Qué es lo que jode de esta pintada? La moralina, seguro. Pero me pa que es otra cosa más: la ambigüedad o lo equívoco de la frase que eligieron. Si uno lee de golpe, o sea desde el colectivo, pongamos colgado entre la gente, entiende que la "bondad" –y entiende, por contexto nacional, "bondad cristiana"- es lo invencible, lo que todo lo puede, etc. Pero después te quedás pensando, o divagando. Y te decís: lo qué??? Momentito: 1. si el corazón humano resiste a todo, la puta: es un órgano mucho más fuerte que lo que pensábamos. Poco uso le damos, entonces. Pero, 2. si resiste a todo menos a la bondad, quiere decir que la bondad no tiene nada que ver con el corazón humano. Vaya afirmación estrafalaria, no? Pero pongamos que es cierto: que somos todos egoístas, miserables, criminales, etc. Por ejemplo, el atorrante que, con gran capacidad de intervención sintética, le puso un palito a la "S" y le dio a la frase un sentido materialista e irónico. En ese caso, si la bondad le viene de afuera al corazón humano, que viene a querer decir todos nosotros, ¿de dónde viene? ¿Qué clase de entidad sin sentimientos trae la bondad y destruye las resistencias de todos los seres humanos? Qué bondad más inhumana, ¿no? Parece más bien un castigo que una virtud; un dios ajeno ante el que hay que doblegarse. 3. si el corazón humano resiste a todo menos a la bondad, ¿eso quiere decir que ante la bondad se rompe? ¿Para qué la queremos, entonces? 4. en la peor versión de lo humano, evidentemente, no somos buenos. Los hechos históricos y los presentes tienden a confirmarlo. Pero no es solución alguna que venga una Bondad a vencernos, a imponer su mandato de mansedumbre y obediencia sin conciencia.
Yo, personalmente, no creo en la bondad. Pero sí en la solidaridad; en una estrategia colectiva que parta de reconocernos "malos", digamos, de reconocernos egoístas, avaros, violentos, etc., y a partir de ahí, tomar decisiones de respeto y ayuda mutuas. No por imperio de la Bondad que viene de afuera o de arriba y nos lava el cerebro, sino todo lo contrario: por imperio de la evidencia de que no nos conviene matarnos, pisarnos la cabeza unos a otros, ignorarnos mutuamente. Quizás nos convenga a corto plazo, evidentemente. Pero a largo plazo, el resultado es la aniquilación total o la dictadura: ya sea de la Santa Bondad o de la Santa Maldad. Porque si no anida en los corazones, si es una entidad externa, todo viene a ser exactamente lo mismo. Somos animales inmodificables, y la pintada está donde debe estar: en el Museo de Ciencias Naturales, que incluyen a este bicho y su indestructible e inútil corazón de hierro.

martes, 18 de agosto de 2009

Eso



Eso cayó del cielo. Posta, eh? Se había llovido todo y a la nochecita, cuando paró, lo vi. No era un cacho de hielo, ni un cacho de granizo. Y se estaba desintegrando. Lo fotografié, en lugar de mirarlo tranquilamente, porque somos así: devoramos en lugar de dejar ser lo que tenga que ser.
Eso puede haber sido cualquier cosa, nunca voy a saber qué. Lo toqué, claro. Era gelatinoso, pero no pegajoso. Era blando, pero a la vista parecía un diamante.
Qué hizo el tano bestia: lo dio vuelta, lo rompió sin querer, y después queriendo, como un chico que no sabe cuidar un juguete y, ante la inevitabilidad del daño, hace un juego del daño mismo. Y le saqué mil fotos, claro: me puse en geólogo trucho, hice la mueca completa del acabado investigador –y muy al pedo, porque estaba solito en mi terraza; y muy "acabado"-. Lo peor fue que al día siguiente no sólo no estaba eso sino que no había ni rastros. Y nadie había subido a la terraza salvo yo.
Puedo pensar hoy que eso nunca existió. Pero brillaba anónimamente, tranquilamente; no dejaba de aparecer en las fotografías –o sea, no era como Drácula, digamos- y encima yo lo destrocé, en mi entusiasmo científico –dicho sin ninguna ironía-, así que existir, lo que se dice existir, eso existió. Si uno no fuera un bicho posmoderno, o quizás groseramente cartesiano, sacaría toda clase de conclusiones, pongamos místicas, metafísicas, etc., o no sacaría ninguna conclusión: ni ninguna foto. Pero no: ante lo que no entendemos, lo único que sabemos hacer es registrar, medir y disecar. Porque lo que no entendemos no nos maravilla: nos inquieta, porque nos interpela. Nos cuenta que en realidad tampoco nos entendemos a nosotros mismos, ni nada de nada. Entonces, reaccionamos igual que con nosotros mismos: registramos, medimos y disecamos. Y a la mañana siguiente, todo tranquilo, todo "normal".
Pero ¿qué carajo era eso?



miércoles, 22 de julio de 2009

Alguien en un cuarto

Hay alguien en un cuarto. Sabe que no puede permanecer allí indefinidamente si quiere sobrevivir. Sabe que si sale sus posibilidades ya son pocas, pero cualquier cosa es mejor que morir encerrado. El cuarto se distorsiona permanentemente ante sus ojos: paredes multiplicadas, infinitamente planas. Las manos no pueden tocarlas. Los ojos ven puertas y ventanas, ven salidas. Pero, al acercarse, esa distorsión, que él cree espaciotemporal y en realidad es efecto de la historia y la memoria, genera nuevas paredes, donde había puertas y nuevas puertas, lejos, a incalculables pasos, donde había paredes. Los movimientos se tornan torpes y díscolos: para alllá, para acá, otra vez aquel rincón, otra vez una pared seca como el silencio del desierto.
Pero ¿esto es un cuarto? Es un cuarto, se dice: la cuarta parte de un entero. Es decir que hay otros tres cuartos hacia alguna parte, detrás de algunas paredes. Sabe de antemano que serán iguales: son cuartos, y la distorsión será la misma. El entero es un todo sin salida. Pero ¿por qué no puede ser verdadera alguna puerta?
Hay alguien en un cuarto entero buscando picos, martillos, cualquier cosa que le permita romper una pared. Pero ¿cómo saber cuál, y que no conduzca a otro cuarto del entero y a otro encierro estallado de distorsiones?
Sin embargo, hay alguien, otro alguien, en otro cuarto del entero: desea el encierro porque vive del encierro del primero. La distorsión es en realidad un sistema de alimentación invisible, por el cual el otro vive del mismo, tanto que el mismo no vive. Así, tranquilamente, el otro ha consagrado el encierro bajo el nombre de libertad, y así defiende su posición sin concesiones. El mismo, el primero, el último, el segundo, interrumpe sus golpes de pico: ha intuido que el otro, el otro segundo, el vividor, puede chupar toda su energía si aparece de golpe del otro lado de la pared, es decir, si queda de pronto expuesta la verdad impúdica del entero. Por eso el mismo vuelve a buscar una puerta. Necesita encontrar la puerta: esa puerta, y no un espejo ni un espejismo. Pero sabe también que si la encuentra, el otro, el último, el segundo del segundo morirá. Y sabe también que si no sale del cuarto entero, él, el mismo, morirá también. El otro no tiene dudas. El mismo no conoce sino dudas sembradas como minas personales entre él y cualquiera de las pseudopuertas. La duda del mismo es el arma del otro. La certeza ciega del otro es el arma (desconocida) del mismo. El otro llama a la puerta.

miércoles, 1 de julio de 2009

¿Pares?

Acabo de recibir un forguar de una amiga con una observación que ha hecho Quino sobre el machismo en el lenguaje -uno diría, más bien, la tradición patriarcal, porque, la verdad, machismo es un término un poco débil para lo que sigue, y que viene, en varios casos, de muy lejos en la historia de la lengua, y por lo tanto, de muy lejos en la historia a secas.
Los "pares" de palabras son estos, y hablan por sí mismos:

zorro = héroe justiciero
zorra = puta

perro = mejor amigo del hombre
perra = puta

aventurero = osado, valiente, arriesgado.
aventurera = puta

cualquier = fulano, mengano, zutano
cualquiera = puta

callejero = de la calle, urbano.
callejera = puta

hombrezuelo = hombrecillo, mínimo, pequeño
mujerzuela = puta

hombre público = personaje prominente. funcionario público.
mujer pública = puta

hombre de la vida = hombre de gran experiencia.
mujer de la vida = puta

puto = homosexual
puta = puta

heroe = ídolo.
heroína = droga

atrevido = osado, valiente.
atrevida = insolente, mal educada.

soltero = codiciado, inteligente, hábil.
soltera = quedada, lenta, ya se le fue el tren.

machista = hombre macho.
feminista = lesbiana.

don juan = hombre en todo su sentido.
doña juana = la mujer de la limpieza

Nomás uno se pone a pensar, aparecen de a decenas. Yo, primero, respondí ese forguar agregando lo que sigue, pero me dije: si lo ponemos en un post, nos da tiempo para seguir pensando y agregando, tipo que si queremos, no terminamos más (lo que no es muy buena noticia, que digamos):

sujeto = quien posee la soberanía de su ser y es reconocida por la sociedad (por dar una definición) o bien, aquél a quien la sociedad ha construido como integrante válido de ella (por dar otra)
sujeta = inexistente como femenino de la definición anterior / mujer o cosa atada, impedida de moverse o de soltarse

miembro = integrante aceptado de un grupo (por dar una definición light, claro).
miembra = inexistente como femenino, en ese sentido. ¿Por qué?

mujeriego = hombre que tiene muchas relaciones con diversas mujeres (lo cual carece de connotación negativa)
hombreriega (?) = puta.

ninfómana = según la vieja psicología de principios del siglo xx, mujer enferma por su condición de adicta al sexo.
ninfómano (?) = mujeriego (por default, obviamente este hombre no está enfermo de nada).

verborrágico = hombre que domina la palabra y habla mucho.
verborrágica = mujer que habla demasiado.

querido = persona que recibe el afecto de los demás.
querida = amante/puta.

un profesional = un señor que tiene una profesión cualquiera.
una profesional = una puta.

Debe haber por lo menos mil "pares" más, y diferentes en cada región de habla hispana, por no decir en otras lenguas –que este "sujeto", a su propia lengua, ignora-. Semo todo oídos, u ojos, semo.

domingo, 21 de junio de 2009

La tapa de la olla

Hace cuatro semanas que estoy rodando cortometrajes para distintos grupos de escuelas de cine o de gentes más avanzadas, que se presentan a concursos, o sea, digamos, más profesionales. En total, entre cortos, videominutos, etc., tuve que jugar unas seis historias diferentes. Ahora, noten esto: en cuatro de ellas se trata de violencia doméstica, y del varón hacia la mujer. En uno solo se trataba de una situación política: tuve que hacer de un represor de la dictadura, que, oootra vez, torturaba y mataba a… una mujer -naturalmente, una detenida-desaparecida. La restante historia era sobre una pareja y sus distintos momentos de evolución, hasta la ruptura, este vez, no violenta (puf!). Como hubiera dicho Fabio Alberti: ¿qué nos pasa a los argentinos? ¿Eh?
Estos temas son graves, son reales y no hay respuesta ni personal ni social ni estatal para todos aquellos y aquellas que sufren violencia doméstica. Pero no son los temas centrales de la vida de todos los días de la mayoría de nosotros. Me parece que sí son los temas centrales que llenan la fantasía, la preocupación, lo que llaman el imaginario, por lo menos, de la gente joven que filma. ¿Alguien sabe por qué? Yo no sé, pero sé que si estuviéramos en los setenta también se trataría de violencia, salvo que netamente política, y no se la llamaría violencia sino lucha –dicho descriptivamente, y sin abrir juicios de valor-.
Ahora no hay política. ¿No hay política? Hay: la violencia familiar es un problema político. Pero el asunto es que ellos no lo ven así. Nunca, en ninguno de estos cortos, apareció tratado el tema de ese modo. Si el Estado interviene, si no interviene, si puede o no hacer algo, etc., eso no está en sus cabezas.
Yo no sé qué pensar, pero tengo un par de hipótesis: o bien la política ha perdido todo prestigio como lugar de resolución de conflictos, individuales o colectivos y entonces es la gente la que se corre de la política, o bien, lo cual sería mucho peor, ha ganado ya –o sea: no hay vuelta- un tipo de política consistente en no dejarse ver como tal. O sea, ha ganado la "normalización" de la política como "lo que hay", no como algo que podamos discutir. Entonces, qué discutimos, qué nos preocupa, sobre qué nos volcamos: sobre los problemas individuales. Pero resulta que esto se hizo siempre. La diferencia es que ahora, cuando se habla, en ficción, de problemas individuales, se lo hace mayoritariamente en términos de violencia, cuando si bien la hay y es grave, me parece que significa otra cosa: que la imposibilidad de pensar en lo político, la retirada del debate político a territorios desurbanizados del pasado, violenta desde arriba lo personal, lo individual; lo asfixia, y lo implota.
Lo que me queda como sensación es que todos estamos viviendo en una olla a presión. Hay un tipo de poder que todo lo ha invadido, tanto que ya no se lo ve por ninguna parte: sólo se ve lo personal, y lo personal violentado. La dificultad para ver encima de nosotros la gran tapa de la olla no es un dato menor: estamos, cada uno, encerrados en nuestras historias, hay violencia externa que no puede ser discutida ni apelada y entonces no vemos hasta qué punto la violencia del sistema político unificado es la que atraviesa y condiciona toda vida personal.
Me parece que me puse demasiado determinista, pero bueno, che: me hicieron pegar, tirar al piso, escupir, disparar armas de juguete, putear a lo loco y de arriba abajo, en fin, quedé medio tocadito (quedé, o ya estaba y por eso me llamaron?

jueves, 11 de junio de 2009

Calles verbales II: 6:00 a.m.



Cielos de acero esperan
como una red
que la espalda desprevenida se despierte

Abajo en la calle
en las esquinas violentas de la calle
oímos las voces
que se juntan
a tejer otra red
de hilos lacerantes atando ojos
y manos tuyas dedos ventanas
neuronas mías oscuras hiladas caricias

El día entero hasta la noche
se nos dibuja como una trampa seca en la boca
como un idioma circular de lo ausente

jueves, 4 de junio de 2009

Calles verbales I: Ventanas

A la tarde aparecen señales de mundos desplegados hacia adentro
Distingo cuerpos ahí en las ventanas que miran al oeste
Brazos delicados trazan gestos para alguien
que no se ve
en las terrazas la ropa quieta espera que llegue la noche
De golpe
al respirar
el aire material estalla y se difunde
como una música de tejido incandescente
hace impacto
en cada átomo abandonado
a su rito molecular de vacío y potencia
Visita la sal implacable y las manos y la luz
quebrada que trabaja en el fondo de los ríos
Está acá y dice que todo es cierto:
cierta ahí cada casa quieta y cada uno de esos mundos
de gestos indescifrables
ahí cierta la plaza y el baile al atardecer
y ahí mañana agosto mundo
esa mujer cierta piel sedienta y cigarrillos negros
mundo aquel hombre escalas en una quena
hoy buscando algo del todo viril
agosto puro y doliente
mundo ahí mañana mujer postigos
cerrados y cortinas y que no con la cabeza
y mundo mañana hombre insistiendo
aquel en pensar cómo él
agosto arreglar el mundo
mundo ahí ya su cuerpo campo de batalla
y mañana queriendo que nadie
mundo vaya a salir herido ahí
mujer princesa destinada mañana a mejor suerte hoy
agosto nadie ahí con ella que entienda
mundo hombre hecho una roca de gritos
aquí detenida en la garganta.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Ideas fuera de lugar: patrimonio histórico

Si algo caracteriza a Buenos Aires es que nada la caracteriza. Pero hay que hacer como si, porque si algo sí nos caracteriza es el arte del como si. No por nada en las conversaciones de todos los días decimos cada tres minutos tipo como que. Con fecha del 29/02/08, en el blog del Código ambiental, encontré una reflexión digna de alguien que supone vivir en algo así como tipo París:

Hacia la elaboración de un código ambiental para la ciudad de buenos aires
Patrimonio Cultural y Contaminación Visual

La degradación del patrimonio histórico, arquitectónico y cultural de la Ciudad de Buenos Aires, así como del entorno en el cual se encuentran ubicados estos bienes, es fácilmente apreciable mediante un recorrido de la ciudad. La demolición de petit-hoteles para dar lugar a la construcción de modernos edificios o comercios y aun para playas de estacionamiento, el descuido de importantes monumentos y edificios históricos, su profanación mediante la instalación de carteles publicitarios, el cambio de coloración de sus fachadas por la intensa contaminación atmosférica, y la destrucción de sus entornos, así como de barrios emblemáticos de la ciudad, el trazado de autopistas y emplazamiento de antenas, entre otras múltiples agresiones, muestran claramente que la preservación de la identidad cultural de Buenos Aires no ha constituido una prioridad para los porteños y sus gobernantes, ni aun con miras a los beneficios económicos que dicha preservación podría acarrear a partir del turismo. La Constitución porteña plantea el deber de la ciudad de desarrollar una política de planeamiento y gestión del ambiente urbano e instrumentar un proceso de ordenamiento territorial y ambiental participativo y permanente que promueva, entre otros aspectos, la preservación del patrimonio natural, urbanístico, arquitectónico y de la calidad visual y sonora. Además garantiza la preservación, recuperación y difusión del patrimonio cultural, sin que importe el régimen jurídico y la titularidad, “la memoria y la historia de la ciudad y sus barrios”.

Todo suena muy "políticamente correcto", no? No. Hay algo que hace mucho ruido: declamaciones como ésta se arman con ideas fuera de lugar, como suele decirse.
Hablar de profanación de edificios históricos implica una mirada sacralizada de esos edificios. Los porteños, en general no tenemos esa mirada; al contrario, la ciudad es un espacio de lucha; por lo tanto, es muy difícil hablar de preservación si no hablamos primero de convivencia.
El carácter emblemático de ciertos barrios es también una construcción arbitraria. ¿Cuáles serían? Todo lugar donde uno ha vivido cosas importantes para uno, por más feo y humilde que sea, es emblemático.
Ahora bien, históricamente sí habría zonas que serían emblemáticas, si nuestra historia fuera a su vez algo común, y no también, como lo es, un territorio de lucha, constantemente revisado y dado vuelta. Lo que pasa con el tratamiento de los hechos históricos argentinos es exactamente lo que pasa con el llamado patrimonio histórico: lo es para unos, no lo es para otros, y esto en términos extremos. Demoler y rescatar de entre los escombros, ciclotímicamente, es la clave de nuestro "urbanismo" y al mismo tiempo de nuestra historiografía.
Por si la cosa no fuera complicada, por ejemplo, existe en este momento un proyecto ya aprobado para la zona de Cromañón. Se busca recuperar la circulación en la zona, asumida por los familiares de las víctimas como territorio de reivindicación, y a la vez conservar este carácter. No entienden un carajo: que la circulación se vea impedida es, precisamente, la forma que tienen los familiares de reclamar justicia. No podés hacer las dos cosas.
Y por si lo contemporáneo no alcanzare, tenemos el mero paso del tiempo, que en una ciudad aluvional como Buenos Aires es incluso dudoso. Lo que hoy es nuevo, mañana será simplemente viejo; pero pasado mañana ya será antiguo, porque viejo, lo que se dice viejo, no tenemos nada. Sin embargo, como en Europa se trabaja sistemáticamente en torno a conceptos como este de patrimonio histórico, tenemos que fingir que lo tenemos, y calcular en velocidad dónde puede haber algo que se ligue el título. ¿A qué puta edad algo se vuelve patrimonio? Los horribles, pero funcionales y multitudinarios edificios de departamentos para clase media construidos en los '60 ya son testimonio de una época; cuando yo era chico –tengo 48 años- esos edificios podrían haber sido demolidos sin que nadie pensara en algún carácter patrimonial histórico para ellos. Pero ¿y ahora?
Y pongamos que conservamos TODO: implica congelar la ciudad, detener el flujo vital que es esencial en cualquier agrupación humana. Pero, al mismo tiempo, hay una especie de patrimonio social fragmentario, digamos, o personalizado; zonas que para algunos vale conservar, y para otros no.
Pero la idea está fuera de lugar: si creyéramos, posta, que formamos parte de una comunidad, tendría sentido un proyecto global de conservación de algo así como un patrimonio histórico, porque sólo una actitud colectiva de estar todos juntos en la misma le daría sentido a la historia, o mejor dicho, daría una historia. De hecho, si hubiera un mínimo de sentido histórico, o sea, de comunidad, no hubiéramos permitido que con el Abasto hicieran ese choting deplorable, donde podría haber un Centro Cultural o un museo abierto, etc. El concepto de patrimonio histórico no puede bajarse desde arriba, ni puede importarse desde afuera. O viene de abajo, de una convivencia, que yo todavía no veo, o es pura sarasa.

sábado, 23 de mayo de 2009

Hace un año, cursé en Arquitectura una materia llamada Historia Urbana de Buenos Aires. Muy al contrario de la mala costumbre de mi carrera, filosofía, allí se trabaja poniendo el acento en lo que el estudiante puede producir, a partir de temas dados y de fuentes totalmente actuales. Me caí de culo ante semejante metodología y me lancé a escribir como loco. Al terminar el curso, les propuse que abrieran un blog de la cátedra para que se conocieran públicamente los trabajos de todos. No me dieron bola, al menos que yo sepa (si me equivoco, y alguien lee esto por favor, avise).
Pero resulta que se trataba de la historia urbana de Buenos Aires y resulta que casi en seguida abrí un blog que se llama como se llama. Sin embargo, recién hace un tiempito hice sinapsis: voy a ir tomando esos laburos y reformulándolos, porque si tiene sentido pararse en la zona desurbanizada es porque hay una zona urbanizada, naturalmente, como ya venimos discutiendo desde no sé cuántos posts, y la base de esas reflexiones ya está acá, aburriéndose en el rígido de mi compu.
Confieso que ya hice una, llamémosle generosamente, prueba piloto: el post sobre el río. Pero fíjense qué temas eran los otros:
Patrimonio cultural.
Parques y plazas.
Transporte y ciudad.
Inmigración, extranjeros y la ciudad.
Infraestructura (agua, desagües, electricidad, etc.)
Vivienda. Nuevos tipos de habitar.
Espacios culturales y la ciudad.
Pobreza, villas, mendicidad.
Contaminación sonora.
Barreras arquitectónicas y discapacidad.
Planeamiento

Yo diría que estos sí que son temas que casi nos corren, nos acorralan, nos abruman, nos interpelan y, si no los miramos de frente, nos tiran a la zanja de la zona no urbanizada.
Aparte, qué carajo: lo que mata de la academia es que, en muchos casos, lo que se produce no sale de las paredes de sus edificios. Y resuuuulta que a la Universidad la garpamos todos, al menos por ahora y gracia' dió. En cuanto a si vale o no vale lo que voy a ir publicando, eso es otro tema. Pongamos así: si escribí burradas, las garparon ustedes, de modo que este es un buen lugar para saber a dónde van a parar sus impuestos. Y si no, también es un buen lugar, aunque muy limitado, de hacer uso de lo que ya es formalmente público, y seguir discutiendo.
No se me escapa que el Arcángel Blogger nos provee de bellas "etiquetas", y que las podría usar para separar estos temas de los posts que sean del tanito o de damián o de algún yo-narrador perdido por ahí (aquí). Pero el espíritu aglutinante que me domina (una forma delicada de decir que mi vida es un quilombo sin arreglo) me impulsa a no usarlas: de algún modo que desconozco, este blog habla siempre de lo mismo.
Voy con el primero en el próximo post, y espero que no se aburran tanto como mi disco rígido –que así quedó, dicho sea de paso-.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Una foto no es un cuadro

También los límites inferiores de la zona, los que nos dicen que la cosa sigue más allá de lo que vemos, y sobre todo, sigue porque no lo vemos, conducen a pasados ya desurbanizados. Hoy encontré una foto, no de alguien-sí de alguien: una foto de un cuadro. La cosa fue así:
Hace muchos años estaba en una fiesta en una casa del barrio de Devoto. No sabía que meses después iba a vivir en esa casa. Conocía muy poco a quienes vivían en esa casa, pero era de esos momentos de la vida en que cualquier otra cosa que no sea aquello en lo que estás encerrado es mejor.
Ella, una de las dueñas de casa, tenía un cuarto. Yo no sabía que luego sería mi cuarto, cuando ella se fuera de esa casa y necesitaran otro inquilino. La puerta del cuarto estuvo cerrada casi todo el tiempo, durante la fiesta, y sólo por eso, daban ganas de a ratos de voltearla de un golpe de hombro.
Pero hubo un minuto de revelación. En ese minuto, la puerta se abrió y vi un cuadro en la pared. No sabía que, instalado meses después en la casa, iba a encontrar, como único vestigio de ella, una foto de ese cuadro.
Claro, una foto no es un cuadro. Por lo menos, no el cuadro que vi de un solo golpe, durante ese minuto en que ella tuvo abierta la puerta de su cuarto, que sería mi cuarto. A ver qué fue eso: colgada en la pared y a baja altura, como puesta para ser visto de cerca y desde la cama, o más bien desde el colchón echado en el piso que también vi en ese minuto voraz, esa tela me fulminaba tranquilamente. Dos cuerpos uno, no sé describirlo de otra manera, un abrazo imposible delante de mí, una voz hermética que salta desde el mundo plano de la fiebre y narra la historia de la piel como la de una guerra anónima por el gobierno de un solo sexo, de un solo corazón, de un solo centro disponible. Un cuadro, nomás; una mera tela, cerrada, detenida, mirándonos a salvo del espacio multitudinario de los otros; que abre y clausura una discusión marginal apenas audible entre trenes y bailes; una tela que anula, a distancia y sin distancia, el encuentro antiguo de la espalda que no tiembla y las manos que corren por una casa de gritos; que dibuja un centro y lo quema como papel viejo, como cartas de la Tierra, que arma la despedida y encierra al otro en el mismo que despide; que toca otra vez calculando el estallido y la caricia, se va a respirar al desierto y vuelve con voz de mando, pero la fiebre sube y el cuerpo sin cara se desdobla, se abraza y los que son la fiebre se pelean cuidadosamente por ese único corazón, ese único sexo, ese centro que, sin palabras subterráneas, es puro territorio hueco en el borde de lo visible.
No puedo sino describir ahora la foto, claro está, una foto del cuadro, bastante mala. Pero sobre todo, el efecto devastador que me produjo en ese instante no puede ser recompuesto sino por la memoria, cosiendo datos quebrados, dispersos tras el violento portazo.
Hay motivos mucho más sólidos, más razonables para mudarse de casa. Yo no los conozco. Sí, 'ta bien, los pienso cuando voy en el colectivo y me hago el cuerdo, ponele; pero después aparecen cosas como esta, aún hoy día, y en el fondo hay una especie de alegría suicida en descubrirse haciendo cosas que cambiarán la vida de uno por motivos que son, en realidad, inalcanzables, perdidos de antemano e incluso insignificantes. Nunca hablé con ella. Nunca supe más de ella. Y sobre todo, nunca más vi esa tela como tal, en vivo y el directo, en carne y hueso. No: me limité a habitar durante un año un escenario vacío. Y en ese entonces, era suficiente.
El equilibrio de las cosas de la vida no tiene explicación alguna, pero ocurre: está ahí, como una mano invisible que nos da lo que necesitamos de un modo que funciona sólo porque está más allá de todo frío cálculo.

sábado, 2 de mayo de 2009

¿Qué río? ¿Qué plata?

Miré otra vez más la imagen de la zona desurbanizada: allá, esa lucecita de ahí abajo no hace sino interpelar la zona urbana. Me lo viene haciendo desde muchos días. Desde el pasado, desde el borde, desde lo otro de lo mismo, desde la ceguera de los carteles luminosos y desde el aura del campo a la noche. Es un cartel, nomás, y encima, el nombre de un blog, pero Fin Zona Urbanizada, hoy, quiere decir: está bien, miremos para este lado: miremos un cacho los límites internos de Buenos Aires, digo, los interiores, los que nosotros mismos generamos y que no vemos. Y empecemos por uno que parece externo: el río. Si uno agarra y empieza por el nombre, en general empieza bien. A los porteños nos llaman así porque se supone que somos oriundos de un puerto, el de Buenos Aires, y que entonces vivimos a la orilla del agua, en este caso, de un río. ¿Alguno de nosotros piensa algo de esto cuando dice "soy porteño"?
Encima, se llama Río de la Plata. Ya, de movida, en el nombre se esconden dos equívocos, los dos de origen histórico. Los españoles del siglo XVI buscaban, tras casi un siglo de conquista y dominio de América, otra entrada más rápida y eficaz a Potosí, a la plata de Potosí. No la encontraron y, como sabemos, ni en Buenos Aires ni en toda la pampa, húmeda o seca, hay yacimientos de plata. Sin embargo, este acceso fluvial –por llamarlo de alguna manera, por ahora- conserva en su nombre el resplandor de aquel apuro por asegurar el traslado de la riqueza sudamericana al castillo de El Escorial.
Pero encima, con sólo agarrar un mapa y mirarlo, no se ve que haya dos riberas paralelas relativamente constantes, digo, un dato geográfico mínimo para considerar que un curso de agua es un río, además de arrastrar agua dulce. Esta enorme cantidad de agua que se detiene frente a nuestra ciudad ha pasado por un gran Delta, y es el producto de la confluencia de dos grandes ríos en el sentido estricto de la palabra, el Paraná y el Uruguay, y un tercero menor, el Luján, además de los ya entubados debajo de nosotros, que no son pocos. Ponele que las carabelas avanzaban muuuy despacito, y que tenían una perspectiva cartográfica muuuy diferente de la nuestra. Ponele que entonces, durante unos kilómetros, veían dos costas: de un lado la costa hoy uruguaya y del otro la hoy argentina, y hayan pensado que estaban en un río. Ponele: la cuestión es que el error no fue nunca corregido. Lo que es una gran desembocadura, y que no tiene ni lleva a ningún yacimiento de plata, se llama Río de la Plata.
Pero la lucecita más allá de la zona urbanizada no se conforma con esta mínima reflexión. Me sigue interpelando, y encuentro que lo peor es que de este error, y de su mantenimiento a través del tiempo, lo cual ya lo vuelve una mentira –similares topografías han sido llamadas en muchos otros sitios "estuarios"-, proviene el nombre de nuestro país (plata -> argentum -> Argentina). A mí me dan ganas de pensar que, por lo menos simbólicamente, esta denominación doblemente engañosa es un flor de telón de fondo de otro tema.
Se sabe, se nos ha dicho, se lo ha discutido, etc., que los porteños le damos la espalda al río. Yo me pregunto cuánto hay en esta negación de cultural y cuánto de contradictorias actividades urbanísticas –por llamarlas de una manera delicada-, o si es producto de una dialéctica entre ambas cosas.
Vamos a recorrer la ribera, de Sur a Norte, a ver qué hay:
1. el Riachuelo. Zona contaminada si las hay. Hacía mucho que no iba y me encontré con un contraste que da calambre: el olor nauseabundo lo invade todo, y en la superficie del agua se ve –juro que se ve clarito- cómo salen burbujitas de gases desde el fondo que no son peces que respiran, obviamente, sino gases de descomposición de materia orgánica, y al lado, una flor de feria turística y un muy atendido Caminito para el turismo. Recorrí otro cacho, oí hablar en varios idiomas mientras me perseguía el olor y pensé: estamos vendiendo barbarie. O sea, no pude encontrar otra explicación a esa contradicción: la zona está apenas reconstituida, o mejor, acondicionada para el turismo, y las ruinas –incluyendo el estado del agua del Riachuelo- se mantienen así, pareciera, atendiendo al interés o curiosidad que pueda despertar nuestro estado de abandono. No creo estar exagerando: sabemos que muchos europeos vienen a ver a "los indios". Perfecto: qué mejor que mostrarles decadencia y abandono, y al mismo tiempo una mesa de restaurante bien servida, y hoteles de lujo desde donde mejor contemplar el subdesarrollo.
Pero nosotros vivimos aquí, también, no? Es lo mismo: vivimos como de paso en nuestra propia ciudad, y damos la espalda, no sólo al río, sino al compromiso con la ciudad.
2. en seguida, oh, Calo Saúl, Puerto Madero: un edificio al lado de otro buscando prácticamente una vista "satelital" del río impiden al resto de la ciudad verlo. Dan río a algunos quitándoselo a muchos otros.
3. La costanera sur era un muy lindo lugar, cuando el río llegaba hasta ahí. Hoy, a pesar de que estoy de acuerdo con que exista la Reserva, me produce una fuerte sensación de despropósito ver una vieja costanera desde la que ya no se puede ver ningún río. Y la Reserva no facilita el acceso al agua. El recorrido es difícil, largo, no planificado.
4. El aeroparque, ni hablar. Se hizo sobre un terreno nuevo que el río mismo había generado con sus sedimentos, y en lugar de aprovecharlo, como hacen los montevideanos, para que la gente se acerque al río, metemos una pista a la que nadie le puede dar la vuelta. O sea que ese espacio pegado al río nunca fue pensado como público, ni de acceso libre, ni valioso para la población excepto por estar dentro de la ciudad y facilitar la comunicación entre aviones y vehículos terrestres.
5. En Ciudad Universitaria la negación sigue, claro: los dos principales bares del Pabellón III están en planta baja, y desde sus ventanales es imposible tener una vista del río.
6. Encima, ahora están construyendo una autopista ribereña, lo cual es el colmo de la negación: autos circulando a 140 km por hora serán el límite Este de la ciudad "porteña".

Pero encima de encima, no negamos sólo el Río de la Plata sino muchos más. El Estado argentino, entre 1877, cuando el ingeniero Bateman diseñó los entubamientos, y hasta 1957, en que se terminó del todo la obra con el entubamiento del Maldonado, tapó arriba de cinco arroyos y ríos, y no porque trajeran inundaciones, naaaaaa, na: era para hace calles y edificios. Esos tipos miraban un río –porque el Maldonado era un río- como un problema, como un obstáculo, y no como una parte integrante de la ciudad. Y eso que territorio para agrandar la ciudad había de sobra.
Así que ahora la lucecita del otro lado de esta zona urbanizada me pregunta sin piedad: si los ríos y arroyos hoy entubados estuvieran abiertos y limpios, sin contaminación, y fueran cruzados por numerosos puentes ¿la vida en Buenos Aires no sería más atractiva y la circulación del aire más adecuada, en lugar de la enorme masa sofocante de cemento que hoy tenemos? ¿Era más caro hacer puentes que entubar ríos y arroyos?
Pero el recorrido "turístico" no terminó: nuestro Río que no es un río y que es de la Plata y no conduce a la plata, además es un cementerio infame, donde de todos modos la gente va y se divierte pescando. Todos sabemos positivamente que muchos de los detenidos-desaparecidos fueron arrojados al río dopados con Pentotal.
Ahora veo un poquito mejor: eso que tenemos como límite no es un río, seguro, pero porque es un espejo, y no de agua: es fiel espejo de nuestra historia de negaciones. Por eso le damos la espalda.

miércoles, 22 de abril de 2009

Balance en forma de post-reposteo a reposteos post(as)

Si yo hubiera sacado un blog para situarme "virtualmente" por encima de todos y juzgarlos sin piedad; si considerara el fin de la zona urbanizada como un territorio donde el narrador es un héroe que se caga en todos, muestra su superioridad y dice (perdón por la cita) "síganme, no los voy a defraudar", o simplemente lo usara para cagarnos de risa un rato y putear libremente, ok. En ese caso, yo agarraría y, al reposteo de Syla en el post anterior, le hubiera contestado: si no te gusta, andáte. No leas este blog.
Pero resulta que el intento, al menos, no es ese. Así lo entendieron, al principio, Luna, Caro, Pandemia, Kolo, Iluso y otros. Ahora bien, la lógica bloguera está muy poco definida, y entonces la escritura se hace muchas veces vacilante. La única que se daba cuenta de que había un problema con esto era Marian, y ahora, Syla. El problema son los relatos del tanito. Sí, de acuerdo, son descargas, son en clave de joda y son más livianos, en un blog que resulta bastante pesado, reconozco. Pero el tanito no se lleva bien con Damián. O sea que tengo un problema yo (ya que hablábamos de proyecciones, me tendría que preguntar qué pasa en mi cabeza, que proyecto hacia mí lo contrario de mí, o sea yo: me estaré autodiscriminando?).
Claramente, como en los otros posts en que el protagonista es el tanito, me estoy haciendo el canchero –o sea, en cierto modo, el héroe-. Pero es peor que lo que señala Syla. No creo que seamos demasiado vagos para imitar al héroe. Al contrario: yo aprendí a reaccionar, dentro de lo que puedo, meditando sobre otros que reaccionaban, tanto como viendo y entendiendo a los que no podían reaccionar. No sólo, en mi experiencia, he sido interpelado por el anti héroe sino también por el héroe, para usar sus términos. De ahí, supongo, el hecho de que en este blog haya de las dos cosas. Un héroe que dice: mirame a mí, que la tengo clara –el tanito-, y otro que se pregunta cosas que no tiene claras, y, de manera sorprendente, es más leído, o comentado, que el otro.
Coincido en que el problema del héroe es que deshabilita la posibilidad de ser protagonista a quien lee porque le da servida la receta. Ahora bien, la Kolo pide que le ceda el blog al tanito. Es algo que vengo pensando hace tiempo, sabiendo que me autoescracharía, como dije en algún post viejo, y oh casualidad, no lo hice nunca. Llegó la hora. El tanito protagonizó (y hasta ahora no había contado) hechos como los siguientes.

1) Cuando un auto dobla y yo estoy cruzando la calle, me tiene que ceder el paso. Eso en Argentina nadie lo respeta. Por motivos que se me escapan, pongo mucha más energía en luchar contra esta situaciones que contra cosas que tengan más importancia, por ejemplo, política. Un día, el tanito salía del coto con las bolsas, y pasó por el acceso de autos. Venía una camionetita de reparto, con dos empleados. Yo sabía, o supuse, que no iba a frenar al cruzar la vereda. 'Tonces, apuré el paso y me le crucé. El chabón tuvo que frenar de golpe. Cuando paso, abre la ventanilla y dice.
Emp. – Qué hacés, boludo?
Tanito - El derecho de paso en una vereda es siempre del peatón.
Emp – Sí, pero vos te adelantaste y te me pusiste adelante.
Tanito – Lo hice para educarte.

Posta. Eso dije. No sé cómo el chabón no se bajó a cagarme a piñas. Me lo merecía. ¿Quién soy yo para educar solo –el héroe- a los tres o cuatro millones de automovilistas de Buenos Aires? ¿En qué alturas de soberbia me paré para decirle eso?

2) Cruzaba Rivadavia, llovía, y yo iba por la senda peatonal. Un auto que venía por Puán dobló sin frenar. Yo me le quedé parado y lo obligué a frenar. Me puteó, lo puteé, sigo caminando y en la siguiente esquina el tipo se me aparece. Había pegado toda la vuelta a la manzana para interpelarme. Me seguía puteando. Yo, en cambio, le expliqué mi derecho a cruzar. El flaco no tuvo más remedio que irse. Es distinto al caso anterior, y de hecho, pasó antes.

3) Cruzo una calle, en la esquina del Hospital Ramos Mejía, y un taxi hace lo mismo: dobla sin mirar si alguien cruza. Yo no hice a tiempo de ponerle el cuerpo, y entonces lisa y llanamente lo puteé, y le golpeé el auto con el puño. El tachero se bajó y me vino a buscar. Ooooootra vez:
Tanito - El derecho de paso lo tiene peatón.
Tachero - Sí, tenés razón y yo siempre me fijo, pero venía buscando una calle y no miré. ¿Eso te da derecho a tocarme el coche?
Me quedé callado. Tenía razón. Le pedí disculpas, y hasta nos dimos la mano.

4) El tanito venía caminando por la calle Humahuaca y a pocos pasos de un garage de un edificio de departamentos el portero me hace señas a mí de que me detenga para que salga un vehículo. Otra vez me adelanté, no le hice caso, y obligué al coche que salía a frenar. El conductor, furioso, se bajó del auto y me señaló la luz roja, perteneciente al edificio, como si fuera un servicio público que yo debiera respetar:
Propietario (gritando como un verdadero cabrón, que era) - ¿Para qué está eso, eh?
Tanito - Esa luz pertenece a un edificio privado, y la vereda en cambio es pública. La prioridad de paso es mía.
Portero (al cabrón)- Pero se vino de allá, se apuró y se cruzó.
Tanito - Es para que aprendan. Vos no tenés derecho a impedirme pasar a mí para que salga un vehículo.
Acá no hubo acuerdo ni aceptación ni nada. El cabrón me empujaba queriendo pelear. Resultaba ser un señor de 65 años, a quien, si yo le pegaba, lo partía. Repetí mis argumentos, y como tenía una cámara de fotos encima, y era prestada –por lo cual no se la podía partir por la cabeza- hice como que le sacaba una foto al edificio y a la chapa del auto.
Propietario cabrón - Ah, encima me amenazás?
Tanito - No. Defiendo mis derechos.
El cabrón se subió a su auto, yo me fui caminando y cuando pasó cerca de mí, ya seguro dentro de su vehículo-propiedad-privada me gritó "Botón".
O sea, según su lógica, si yo argumentaba y accionaba legalmente era un botón. Lo cual en Argentina es bastante coherente, salvo que la misma lógica lleva a la invasión privada de los espacios públicos (el Estado, de hecho, es lo más público que deberíamos tener, y está invadido por lo privado, en Argentina).
Pero no es lo mismo posicionarse así frente a un empleado de coto que frente a un burgués que se cree que la vereda de su edificio es de él.

Anécdotas como esta tengo unas 100 o 150. A veces, me limité a exponer mi posición, otras me porté yo como un cabrón y en muchas me sentí un héroe, sí. Pero en la mayoría de los casos, he tenido que correrme para que no me aplastaran, y me comí la bronca. De la bronca paso a la cólera negra. He armado un ritual de estas acciones, y hoy por hoy no lo puedo controlar. Sé reaccionar a veces, cometo muchos errores otras veces. Ese es mi camino, Syla. Y es cierto: en el blog, conté solamente aquellas anécdotas que me dejaban bien parado.
No me extraña que vos, Paula, votes por Syla: tu sentido de la acción política, mucho más claro que el mío, ha desarrollado tus antenas contra el héroe-macho argentino.
Y ya ves, Kolo, lo que pasa en realidad si cuento TODO lo que hace el tanito (y eso que no conté nada, casi). Muy distinto es lo que hace Damián en una situación como la de "Mi última cervecita". Ahí, hay impotencia, bronca, una actitud que puede ser positiva pero no heroica, y trato de contar qué me llevó a actuar como lo hice. Es más, ahí mismo el "personaje" oscila entre ser el tanito y ser Damián. No es casual.

Pero me pregunto y les pregunto si sólo vale contar cómo uno no soluciona nada, en situaciones que uno sabe que los otros comparten porque compartimos la misma impotencia. Hacer esto vale para lo más profundo, que es lo que dice Syla: que el otro se dé cuenta de que no necesita, es más, que no le sirve para nada, imitar las acciones ejemplares de un héroe o ponerse bajo su custodia, sino que lo que le sirve es ver el fracaso del otro para sentir que no está solo en su impotencia, y a partir de ahí encontrar una vía de acción realmente horizontal, colectiva, sin líderes.
Pero, de otro lado, supongamos que sucede lo del banco y no lo cuento. El efecto de esa acción se reduciría a ese ámbito del banco. Contado en un blog, se amplía. Hasta ahí, fenómeno. Pero yo lo conté haciéndome el canchero. Eso arruina todo o no?
Lo que importa acá, lo que quisiera saber, es si los que lo leyeron se sintieron como Syla, es decir, en "una irrevocable posición de pasividad donde el lugar que me queda es de admiración", o si lo tomaron como la acción de un igual que le cuenta a iguales al menos una situación en que pudo reaccionar, y leer eso les vino bien o no. Quisiera saber si los relatos del tanito los pone en espectadores cómodos que los libra de tener que hacerse responsables ante situaciones semejantes o, por el contrario, ven que se puede, cada tanto, actuar frente a una de las tantas situaciones de impotencia o injusticia que nos bancamos cotidianamente.
Tu argumentación es irrefutable, Syla, y muy sabia. Lo que quiero averiguar es si se aplica o no se aplica a ese post en este blog, suponiendo que supiéramos qué es esto último, o mejor, tratando de definirlo entre todos; y averiguar si cuando cuento esas cosas estoy haciendo un juego mío de ponerme en héroe o estoy compartiendo un problema, o si estoy mezclando las dos cosas. El blog entero, hasta ahora, leído de corrido, claramente mezcla las dos cosas. Y no habría problema. Pero cuando de asuntos públicos se trata, yo al menos, y aunque muy poca gente lea este blog, me preocupo e intento un balance. Y no puedo solo.

miércoles, 15 de abril de 2009

Callate y seguí quejándote o Pedite el Borrador de Quejas

Banco Nación, sucursal Belgrano, 11:00 a.m. Edificio histórico, de cuando Belgrano era un pueblo, enorme, con espacio pa todo el mundo. Ayer era el día anterior al cierre del pago a jubilados y pensionados. El tanito entra, re confiado en que no va a haber cola, y se encuentra con una multitud de 300 personas, haciendo tres diferentes colas que se enroscaban unas en otras. El tanito no tenía un buen día, 'ta claro, si no hubiera sido Damián y hubiera seguido leyendo pacientemente el diario, cosa que se propuso hacer y le duró un ratito nomás.
De reojo por encima del diario noto que en ese benemérito edificio hay, en la planta baja, muchísimo más espacio destinado a los empleados y sus sillas que para los que tienen que hacer la cola del otro lado de un gran mostrador. La vena se me hincha, de a poquito pero sin pausa. Mascullaba formas de acercarme al mostrador; sólo violentas acciones terroristas se agolpaban en mi imaginación quijotesca. Al rato, veo a una señora que en el mostrador escribía en un gran libraco de esos pesados, que ya no se usan en ningún lado que no sea una oficina pública. Cuando termina, dice en voz bastante alta: "si alguien más quiere poner algo, acabo de pedir en el Libro de Quejas que pongan números y sillas".
Elemental, tanito: la racionalidad es una facultad femenina, aunque la cultura occidental diga lo contrario. Le pido a la muy mayor señora que atrás de mí cola hacía pacientísimamente que me guarde el lugar, que voy intervenir. Me acerco, le pido el Libro a esta señora y leo.
Tanito: Está bien, pero con dos firmas no alcanza. Vamos a recorrer las filas.
Señora (stupefakta): Si usted se anima, mejor.
O sea, primero se corrió, pero en seguida se me unió porque levanté la voz, al lado de ella, supongo.
Tanito (ridículamente parado en medio de un edificio que mete miedo por sus dimensiones fascistas y sosteniendo un libro que podría haber sido de mi abuelo): ¡Por favor, estamos juntando firmas para pedir números y sillas para las personas más mayores, a ver si ordenamos esto que es un caos!
Varias manos se levantaron en seguida pidiendo el libro. Vamos hacia esas personas, y la empleada del banco no tiene mejor idea que sacar el Reglamento de la Corrupción (por que la corrupción también tiene reglas muy bien aceitadas, de ahí su durabilidad y eficacia): El Libro de Quejas no puede ser alejado del mostrador.
La vena del tanito tuvo un infarto metafísico.
Tanito (gritando y tartamudeando): Si vos no me dejás recorrer todas las filas con el libro, traés inmediatamente todas esas sillas vacías que tenés ahí atrás al pedo y hacés sentar a la gente más grande.
No esperé respuesta, total era uno de esos días en que uno quiere que pasen cosas, con tal de que pase algo, y empecé a recorrer las filas, de atrás para adelante (pensé: los que más embolados están por lo que tienen que esperar son los que más van a firmar). A cada grupo que me acercaba, volvía a hacer el pedido, cada vez con voz más alta.
Entretanto, de reojo había visto que la empleada se había rajado para adentro y había vuelto. Ahora, la "mesa de enlace" estaba constituida por la gerenta, dos empleadas y un cana ya al lado del mostrador, de lado de afuera, o sea, de nuestro lado. Otro cana me daba vueltas. A la gente que iba firmando les decía: "¿ustedes piensan que me van a meter en cana por alejar un libro de un mostrador?" La señora que inició la movida con su nota cada tanto también levantaba la voz y hacía el pedido.
Cuestión que recorrimos todo el banco. Nadie me sacó el libro de quejas, lo cual el tanito lamentó y Damián agradeció, y juntamos, créanme: unas ochenta o noventa firmas, NADA MÁS. Insisto: ¡había trescientas personas!
Quiénes firmaron en mayor número: 1) las mujeres; 2) la gente mayor, y otra vez, más las mujeres que los varones. Saquen sus conclusiones. Lo peor era la gente que miraba pra frente y hacía como si no le estuvieras dirigiendo la palabra (en su totalidad, gente de menos de cuarenta).
Cuando volvimos al mostrador con el libro, la empleada ahora parecía estar abiertamente de nuestro lado.
Empleada (con el cana pegado al lado): Gracias.
Tanito (con graaaan cintura política (?)): Perdoná que te haya levantando, maaal, la voz hace un rato.
Emp.: No, está bien lo que hiciste porque (escuchen esto, por favor) si no, la gente se hubiera agolpado en el mostrador (sic).
O sea que así como sacó a relucir el "reglamento" para impedir quién sabe qué, en cuanto se dio cuenta de que no le convenía, lo guardó en el cajón. Pero aparte, es hipócrita: porque era obvio que si no recorríamos las filas, nadie iba a dejar su lugar en la cola (sagrado lugar argentino) para ir a firmar en un Libro de Quejas, que es más o menos como el tacho de basura simbólica de la burocracia.
Yo, que de paso aprovechaba todo esto para no tener que leer el puto clarín y estar parado al pedo -reconozcámoslo- seguí hablando un rato largo ante la mesa de enlace, y me dirigía al cana también, a propósito: "esto es cuestión de usar media neurona, che: allá tenés espacio de sobra y acá no tenés nada. Corrés este mostrador para atrás, y te caben cien sillas. Aparte, si se te descompone una anciana en la fila adentro del banco, decíme, ¿qué hacés? Mi madre iba a venir y yo le dije que no. Ella no hubiera aguantado parada dos horas de cola, y se hubiera ido sin cobrar, bla, bla, bla.
Emp: No, sí, no, yo me desespero por eso todo los días, no sabemos qué hacer. Les decimos (a quiénes?) y no nos hacen caso. Esto que hicieron a lo mejor sirve para que se den cuenta.
Al lado, la gerenta firmaba al pie de las dos páginas de firmas de la gente. Parece que, además, según me dijo alguien en el otro extremo del banco, si el gerente no firma el libro, las quejas no tienen validez. O sea que no es un Libro de Quejas: es un Borrador de Tímidas Protestas Sujeto a Verificación por parte de los Destinatarios de las Protestas.
Observaciones finales: a este banco acaban de pintarlo todo; quedó joya, da gusto, che. Es un banco de Belgrano, claaaaro. Hicieron un espectacular y carísmo receptáculo de blindex para el uso de los cajeros automáticos. ¿Y no tienen plata ni idea para comprar un royito de números y unas sillas de plástico?
Federico Luppi decía: Lo mejor, siempre, es armar quilombo.
La cuestión, ahora, sería volver a ver si arreglaron el problema o no, y seguirla. Ahí es donde fallamos siempre. Yo no sé si me va a dar para volver y decir: si no lo solucionan, seguimos por vía judicial, o cualquier pelotudez por el estilo.

miércoles, 8 de abril de 2009

I me mine

La verdad, desde que cambié, con la ayuda de la Kolo, el diseño y sobre todo desde que entro y veo la foto y el cartel rutero: Fin zona urbanizada, yo mismo me pregunto: y ahora, ¿de qué se trata este blog? Como si ahora tuviera que responder a la pregunta: ¿qué hay ahí, si uno avanza y pasa del otro lado del cartel?
Una de las cosas que sugiere el fin de la zona urbana es que todo lo que damos por naturalizado en nuestra cultura urbana empieza a tambalear.
Una cuestión que siempre estuvo ahí, agazapada más allá de la zona urbanizada -pero claro, sólo preocupante desde adentro de la zona urbana, o sea desde acá- es si yo soy yo, si vos sos vos, etc.
La cultura occidental, por lo menos, nos ha metido y remetido la creencia en que existimos como individualidades. La invencible prueba del cogito cartesiano sigue ahí, apuntalando siempre la certeza de que el yo existe. Y para colmo, el lenguaje, con sus pronombres, no ayuda a pensar de otra manera, por lo cual este post no debería, y seguramente no va a poder, ser escrito.
Pero hay fenómenos alarmantes a veces, fascinantes otras y aterradores otras. Fenómenos que están ahí, como yendo hacia esos arbolitos oscuros que se ven más allá de la zona urbanizada:
a. Uno de ellos es cuando nos vamos dando cuenta de que en el otro está uno, y uno en el otro. Esto no es un simple desaparecer de uno en el otro y viceversa. Es, por ejemplo, haber estado viendo a alguien, durante años quizás, como siendo de tal manera y descubrir que ese perfil del otro no era sino la proyección de los fantasmas de "uno", o/y que uno ha sido visto por el otro como la proyección de los fantasmas del otro. Por esto digo que el lenguaje no ayuda: ¿qué uno?, ¿qué otro? ¿Y qué hago con la 1ª persona del singular que estoy usando? Nada puedo hacer; sigamos igual, a lo mejor, de la contradicción sale la luz. Esa situación de proyección no es tan simple; es doble, y ahí es donde uno/otro se enredan. Porque si yo vi al otro como una proyección de mí, me vi a mí en realidad, y actué con el otro como si fuera un cacho de yo; con lo cual, lo anulé como un otro. Pero si el otro hizo lo mismo, me anuló a mí, y bien merecido me lo tenía, claro. El asunto es que el ser yo queda ¿dónde? Porque en las relaciones de todo tipo eso pasa constantemente, y no hace falta estar psicóticos para que pase. Se va dando, nomás; y la expresión yo soy pierde peso.
b. cuando la conducta de eso que uno cree que es su yo se revela, de pronto, fugazmente, como la de un extraño, porque uno tiene otra idea de sí mismo.
-y al revés, c. cuando uno vislumbra que la idea que tiene de sí mismo no es más que eso: una idea, una construcción que uno hizo, un relato, y por lo tanto, que ese yo que yo soy sin relato sería ininteligible. No soy yo.
d. pero yo soy, se dirá. Existo, y de eso no hay dudas. ¿No las hay? Yo, que siempre me creí un existencialista puro y duro, hoy me pregunto: ¿no será la existencia, la que existe? ¿Con qué derecho adjudico a mi persona el existir? ¿Con qué derecho recorto la existencia en un cacho para cada uno?
e. peor todavía: cuando formamos parte de un colectivo, fugaz o no, de dos o de más de dos, en el cual el resultado jamás se habría alcanzado sin ese agrupamiento. Aquí podría preguntarse legítimamente: ¿no será el agrupamiento anterior conceptualmente a los supuestos yoes que se sumaron para que existiera, y por lo tanto no hay tal suma?

Freud definía lo siniestro como la puesta en el otro de lo más oculto de uno mismo, aquello de uno mismo que uno ha negado. Al hacer eso, el otro se vuelve un doble. Toda la literatura gótica ha jugado con esta idea, como central. El monstruo creado por Frankenstein es el doble de él mismo, al punto de que terminan los dos persiguiéndose mutuamente, sin alcanzarse, solos en el Polo Norte. Y Hyde es el doble del Dr. Jekyll, y ocupan el mismo cuerpo, etc.
Y cuando miramos a otro y lo condenamos por diferente, o sea, cuando practicamos cualquier forma de discriminación, todo lo que hacemos es tirar la basura afuera, o sea, usar al otro como depósito donde poner lejos, afuera, todo lo está dentro de uno y que uno no quiere ver. O sea que, como se sabe, cada vez que rechazamos lo diferente por diferente, nos negamos a nosotros mismos. Creemos estar afirmándonos en una identidad superior, y todo lo que hacemos es autorrechazarnos, cortarnos en dos ficticiamente.

Ahora bien, ¿realmente hay necesidad de que exista un yo atómico, separado, aislado de los demás y autosuficiente? O peor aun -porque es evidente que muchos deseamos, sobre todo los que nos parapetamos tras un blog, que esto sea posible-: ¿es posible? ¿O el yo es el resultado exterior, la apariencia, de un ser seres humanos que existen, y mi soledad, tan querida, no es sino un fantasma del mundo? ¿Alguien puede decir que sería lo que es si no hubiera conocido nunca a nadie desde que nació hasta el presente?
Claro, tampoco está buena la idea de una disolución de todos en todos. Y también parece impracticable, aunque suene atractiva o aterradoramente promiscua. Pero entonces, ¿dónde estamos? Yo no sé. Pero hoy sé que no estoy solo, aunque la noche avance desde la zona oscura borrando las diferencias y envolviéndome en una fácil y uterina sensación de acá, solito, estoy tranquilo.
Digo yo, no sé.

viernes, 27 de marzo de 2009

Diseño II

Esto de posteo nada tiene, pero no se me ocurría otra manera de abrir un espacio, el de los reposteos, para quienes quieran mandarme al carajo por un cambio tan drástico en el diseño; o bien para quienes quieran sugerir cosas que no se me hayan ocurrido; o bien para quienes quieran decir: ¡che, no tenés estilo!, o bien: Ah, no, si no sigue todo como estaba, por acá no paso más.
Quiero públicamente agradecer a la Kolo por su ayuda en estos cambios -así que a quienes no les gusten, sepan que estarán puteando a dos, no a mí solo, muejeje-.

Y ya que estamos, podríamos abrir una nueva encuesta (pero en los reposteos, que es más personalizada me parece), porque me han dicho hace un tiempo algo que me despierta dudas: que el diseño anterior de FZU era el de un típico blog de tipo, sin nada, sin colores, sin fotos, o algo así.
Pregunta de neófito en la red: ¿hay una especie de estilo de blog de tipo y otro estilo de blog de mina? A mí, mis barreras ideológicas me impiden aceptarlo. He visto blogs bastante pelados, como era el mío, cuyas autoras eran mujeres. Y al revés, he visto blogs de tipos que manejan muy bien la imagen, que caerían bajo el diseño supuestamente femenino.
Pero, sobre todo, espero o más bien ruego que aquellos que pasaban por acá no dejen de hacerlo por este cambio que, me parece, hace pensar que entraron a otro blog. Es el mismo, o como decía el cieguito, el otro, el mismo.

jueves, 19 de marzo de 2009

Papeleras de reciclaje

Hace ya más de un año, mandé a dos diarios la carta que aparece abajo. No me la publicaron, por supuesto. En aquel momento, Rachel y su madre, uruguaya, estuvieron totalmente de acuerdo. También Cecil y algunas personas más. Cecil me dijo: y por qué no armás un blog y así podés decir todo lo que quieras sin depender de los diarios ni de nadie? Como no tenía banda ancha ni angosta ni idea de si un blog podía servir en este sentido, lo fui dejando estar. Sigo sin saber hasta qué punto puede ser útil opinar en un blog. Pero ahora, por lo menos, sé que quiero compartir esta reflexión y creo que hay, por lo menos, uno o dos blogueros yoruguas que a veces pasan por acá. Me encantaría poder debatir sobre esto.

Notita: lo dejé tal cual fue escrito, o sea, con otro registro que apuntaba ilusamente a esos putos diarios de mierda que tenemos, al menos en Argentina, destinados en realidad a desinformar y deformar.

Carta abierta:

Tiene ya demasiado tiempo el conflicto entre Uruguay y Argentina por las papeleras; demasiado como para que no se haya hablado jamás en todo este tiempo de cuál es el conflicto. Incluso ha llegado ya a La Haya, envuelto en papel membretado, demostrando así que somos incapaces de ejercer políticas regionales. La Asamblea de Gualeguaychú ha argumentado y sigue argumentando que Botnia contamina el río, y que tiene derecho a impedirlo; los trabajadores uruguayos argumentan que tienen derecho a una fuente importante de trabajo y a industrializarse. Ahora bien, sabemos que tanto Argentina como Brasil ya poseen, no sólo papeleras sino decenas de industrias de distinto tipo a lo largo del Paraná y del Uruguay que también contaminan, incluyendo las costas fluviales de Uruguay. El agua del Río de La Plata, común también a Argentina y Uruguay, ya no es potable. De hecho, si Finlandia viene a fabricar pasta base tan lejos, teniendo ellos árboles y ríos de sobra, es porque esta etapa de la fabricación de papel siempre contamina. Nos están usando como papeleras: de reciclaje. Si vamos a evitar la contaminación ambiental, como proclaman los Kirchner, primero hay que supervisar, no sólo las papeleras sino la enorme cantidad de industrias de todos los países del MERCOSUR que también contaminan. ¿Se hace? No. Entonces, el argumento de la Asamblea cae, salvo que vayamos también a cada uno de esos centros industriales y hagamos sendas asambleas y piquetes. Lo que se esconde detrás es que Gualeguaychú ha invertido muchos esfuerzos en constituirse en centro turístico; les iba bien, y así salieron de la crisis de 2001, hasta que las papeleras amenazaron su situación económica. Tienen también derecho a defender su fuente de trabajo, en este caso, el turismo. Pero hablen de eso, no de ecología; porque si no, es hipócrita. Del lado uruguayo, intentan sostener que no contaminan. También es hipócrita porque sabemos que sí contaminan, aunque tienen el mismo derecho a defender su futura fuente de trabajo. Y como la clave discursiva ya es polémica, y no dialógica, la mentira se vuelve válida; recordemos: en la polémica (pólemos: "guerra") el objetivo es destruir al rival, no convencerlo o acordar.
La pregunta entonces, si queremos acordar, es dónde está el MERCOSUR en toda esta situación. Porque, si estuviéramos realmente tratando de armar un frente económico-político regional, esta es la entidad que puede solucionar todo: 1) sus países miembros pueden invertir en Uruguay (inversión interna al MERCOSUR, es decir, no dinero europeo o norteamericano) para industrializar sin contaminar, lograr que todo el mundo tenga trabajo y Uruguay crezca y salga de la pobreza (recordemos: los uruguayos que enfrentan a la Asamblea, del otro lado del río, no tienen trabajo: los argentinos hemos sabido y sabemos lo que es eso y los asambleístas también); 2) esa entidad, tan linotipeada, MERCOSUR, debería estar en condiciones de ponerse a la cabeza de la lucha ecológica y limpiar toda la industria de la región, lo cual rehabilitaría el reclamo de Gualeguaychú a la vez que alejaría las industrias nocivas y promocionaría otras, que Uruguay necesita. Pero nada de esto ha sido siquiera mencionado ni por Tabaré ni por los Kirchner ni por sus ministros respectivos: ¿hay que creer que ignoran estas posibilidades, o hay que pensar que no tienen poder político para implementarlas y entonces nos mienten a todos? Ni siquiera la prensa se hace eco. Lo único que falta, para completar la idiotez, es una guerra argentino-uruguaya, de cuyas ridículas escaramuzas y hasta de sus muertos sudacas se van a reír a carcajadas en Helsinki y el resto del Mundo Primero.

Así era la carta. Hoy, la verdad, me cago en el MERCOSUR, y creo que mejor haríamos en no esperar nada de esa pseudoentidad, y sí mucho de agrupamientos horizontales no gubernamentales entre los trabajadores uruguayos y argentinos.
Pero lo demás lo sigo sosteniendo. Y lamentablemente, en un año y pico, esta nota que, naturalmente, jamás me publicaron puede leerse como si nada hubiera cambiado con respecto al fondo de la cuestión. Y es porque nada cambió, o sea que todo va peor.

sábado, 14 de marzo de 2009

PREMIO



1º Premio para la Kolorada siniestra

Entre lo que se ve:



Y lo que se imagina:



Se acercó silenciosamente a la ventana, lo contempló unos minutos, al fin lo tenía, ahí en su balcón en su casa.
Sabía que su permanencia no era voluntaria, pero eso hoy no le importaba, tenia otros planes.
Salió al balcón, lo tomó suavemente del cuello y lo besó.
El se mantuvo inmóvil, sin pronunciar palabra, sin mover un solo músculo de su cuerpo. Sabía que desde el momento en que fue a verla para decirle que no quería nada con ella era su prisionero, no había salida.
Ese era su destino final, ella estaba irracionalmente dispuesta a todo para tenerlo y tenía un plan.
La escena en el balcón fue eterna, silenciosa.
Él sabía que ella había quebrado su voluntad, que lo amaba enfermizamente y que esta noche una vez más sería su esclavo. Si oponer resistencia y con resignación se levantó y la siguió.


Hay múltiples puentes:



El recorrido entre lo que se ve y lo que se imagina, el puente que da sentido a lo que se ve, ha sido transitado por siete amigos blogueros de manera increíblemente diversa. Y el puente de la Kolo es aquél cuyo sentido reunió más voluntades.
Si la historia encerrada en las fotos-escenas A y B es esa, bien puede Le Voyeur:



aportar, a modo de obsequio, un final en imágenes acorde a la historia:



Todos sabemos, según la Kolo, qué pasa ahora detrás de esta persiana.
Pero Le Voyeur sabe además qué fue lo que quedó al día siguiente de la pobre víctima de ese amor enfermizo:

jueves, 12 de marzo de 2009

Y ahora qué hago?

Bueno, a 30 minutos de que termine esta encuesta, debo confesar que... no tenía premio alguno para quien ganara.

Paren! Paren! Yaaaa me explico: lo que fui pergeniando es que, según aquello que se estuviera contando en la historia que finalmente ganara, una posibilidad es armar con lo único que tengo, que no son habilidades técnicas informáticas sino fotos y texto y gracias, algo que tuviera que ver con dicha historia. Así que ahora me tengo que tomar unos días para ir pensando qué puedo armar, que alcance a duras penas una aspecto-premio (?) y que sea digno (?) de quien gane.
Dicho con otras palabras, voy a meter mano en la historia que gane, sin asco, pretenciosa y maliciosamente. Encima, viene siendo la Kolo, la que gana; así que, si no me disculpa la intromisión que voy a perpetrar, preveo un ataque mortífero que me dejará "kolorado" de vergüenza virtual (con perdón de la rima interna).

jueves, 5 de marzo de 2009

¿Qué historia? ¿Eh?

Listo, gentes, acá a la derecha, encuesta lanzada.
Para el autor/a de la historia más votada HAY PREMIO, o mejor dicho, OBSEQUIO, porque este blog no es una lotería (???).
Pero todavía, por razones estrictamente técnicas -y por simple maliciosités, claro- no es posible anunciar de qué se trata.

miércoles, 25 de febrero de 2009

¿Qué está pasando acá? ¿Eh?


Escena A

Escena B


¿Cuál de las dos situaciones tuvo lugar primero?
Las dos imágenes fueron tomadas (por el caradura que suscribe) a unos prudenciales 50 metros de distancia, y con el zoom al mango. Pareciera que la Escena B es posterior a la A. Sin embargo, perfectamente podría ser al revés. Pero para eso es preciso que esté pasando ahí, en ese balcón, algo levemente distinto. Ese es el asunto: ¿qué está pasando?
Les propongo a los pocos, pero altamente variados, visitadores y/o reposteadores de FZU, que miren, vean, inventen, 855555……(perdón, este es el número que propone mi gato sobre las teclas de la derecha; debe ser un código de comunicación que mi mente de animal inferior me impide procesar). Decía: a mí me parecen imágenes bastante sugerentes; tengo mi propia historia, pero me la guardo.
Si se copan, tenemos entonces, digamos, dos temas:
1. cuál escena es primero;
2. por qué, o sea, qué pasa allí, en ese balcón.

Y, si se copan más, y conseguimos por lo menos unas tres o cuatro historias, propongo un premio a la mejor historia, a votar abiertamente por todos los que quieran hacerlo.
Y, si se copan más todavía, pensamos y votamos qué premio y cómo se entregaría a la persona autora de la mejor historia.
Linda forma de no tener que postear algo, la mía, ¿no? Muajajasss...

Nota técnica: Historia es una manera muy genérica de hablar. Bien puede ser un simple par de líneas de diálogo (como lo que va a poner el Iluso, denlo por seguro, …si es que se copa), o bien una larga y elaborada situación, como las que escribe Julia. No se ofenda nadie, please, menciono a estos dos blogueros por estar en antípodas estilísticas (?), nomás.
¿Qué pasó en ese balcón? ¿Eh?

domingo, 15 de febrero de 2009

Prostitutos recíprocos

Hace unos días leí esto. No hay nada como el intercambio de ideas para que uno se dé cuenta de qué carajo quería decir, y mejor, de qué era realmente lo más pertinente para decir.
Ya sabemos que todo se convierte en mercancía, y que lo que define a la mercancía es su valor de cambio, o sea, se puede comparar y vender. Todo se transforma en dinero y todo dinero se transforma en mercancía. Incluso el dinero es a su vez mercancía. Y es conocidísima la comparación de Marx entre el trabajo asalariado en el marco del capitalismo y la prostitución.
Pero ahora que no existe, bajo toda apariencia, posibilidad alguna de cambio político en el horizonte; y que esto es lo que hay, o sea capitalismo posmoderno o como lo quieran llamar, se ve menos que antes, o sea, no se ve nada y las palabras se usan como eso: como mercancías, con lo cual todo este post/comentario es una reverenda paja descomunal. Pero… es lo que hay (???)
Y qué no vemos: que la mecánica de la mercancía, del contrato que implica toda compra o venta, se ha extendido a todo tipo de vínculo humano. Yo había puesto en el post arriba linkeado, sin pensar mucho lo que decía:

los tipos muchas veces hacemos trampa, o sea, ese sexo oral del que se quejan tus encuestadas que falta después es porque nunca fue de onda. Fue para conseguir la contrapartida, y por cagazo de no estar bien excitados.

Sigo pensando igual. Pero hay que estar ciego de posmodernismo para no ver que ahí actúa, otra vez, la mecánica de la mercancía. Entonces, esto ya no tiene nada que ver con ninguna cuestión de género ni tampoco con las cuestiones específicamente sexuales: al contrario, atraviesa todas las relaciones de todo tipo que tengamos.
Los quechuas y los aymaras tenían un principio ético al que llamaban reciprocidad. No era: te doy tal cosa a cambio de tal otra. Era eso también, pero era además algo más difícil de explicar hoy por hoy; tanto que no sé si lo entiendo bien o es que puse el cerebro en Mercado Libre, en la parte de venta de Usados, categoría Menor Precio, Ofertas: O.
Probemos con esto: hay una diferencia entre hacer algo para que el otro haga algo (contrato comercial disfrazado) y dar de onda, sin dejar de esperar que el otro, de onda, quiera darte o retribuirte. La palabra clave es agradecimiento. La diferencia se hace sutil –putamente sutil. Uno agarra, se copa con alguien, ponéle, y da. Pero después, la relación se enturbia, se traba por lo que fuera, y uno siente que la otra persona no está poniendo lo que uno querría. Ahí, UNO MISMO empieza: pero, che, si yo hice tal cosa por vos, o hice tal otra…
¿Cóoooomo? ¿No lo había hecho uno de onda? ¿De dónde le sale a uno esta reversibilidad de los conceptos?
Me parece que sale del hecho de que ya somos nosotros mismos mercancía y dinero. Estamos masterizados así. También tenemos onda, a veces, claaaaro, lo que nos hace creer que estamos vivos. Pero resulta que, cuando las cosas no funcionan, nos "acordamos" de que no, de que en realidad había un contrato y reclamamos en el mostrador, aun si el mostrador, o especialmente si, el mostrador tiene forma de cama. ¿Se nota o no lo reventado que tenemos el cerebro? ¿Hay alguien que no haya actuado así nunca? Yo lo hice, lo sé, pero no alcanza con saberlo.
Y después, están los que eligen –y yo también elegí esto por años, como si fuera viable- otra alternativa: no doy nada, así no tengo que andar reclamando que me devuelvan nada. Me salgo del mercado de intercambios humanos por la negativa.
Qué copado. Qué solución. Qué revolú. Qué onda.

sábado, 7 de febrero de 2009

Mi última cervecita

Basta de casas sin gente y gente sin casa, dice en la pared de al lado. Hay cientos de casas, locales, etc., abandonados en Almagro. Algunas personas toman esos lugares, los llamados okupas; otras personas, recuperan esos lugares. El concepto es bien distinto. Recuperaron un espacio abandonado los que se instalaron en el IMPA y crearon hasta un bachillerato alternativo aprobado incluso por el Ministerio. Luego fueron violentamente desalojados por Macri. Recuperaron un espacio privado abandonado los que pusieron a funcionar como cooperativa el Hotel Bauen, y así muchos otros. Bien. A escala reducida, hay un espacio pequeño en Almagros, recuperado para que la gente, gratis, se reúna a leer poesía, tocar música, etc. Pero Buenos Aires es una ciudad con problemitas. Y uno de ellos es cierto tipo de porteñito que no ha variado casi nada desde la época de Gardel. Anoche quien suscribe lidió allí con uno de estos muchachitos.
Ni bien llegué, me recibió el (en adelante) Recuperador, con una amabilidad y buena onda de la que sólo los bolivianos son capaces. No había nadie todavía. Me invitó a pasar, a esperar si quería, o a volver en cualquier momento. A las 12:45 entro de vuelta, y me siento. Va cayendo gente. Comienzan a leer poemas dos personas: uno de ellos, muy petiso en comparación con el otro, muy alto, leía muy bien, y muy buenos poemas. El otro leía con demasiada impostación, pero los poemas eran buenos igual.
Hacia las 2:00, cansado de estar en el mismo lugar, veo que hay una cómoda que bien podía funcionar tipo tribuna, en frente de donde estoy sentado. Me cambio allí. Fue el gesto mínimo que dio comienzo al fin de esa noche, y a la revelación de muchas de sus posibilidades y facetas. Al rato de estar allí sentado, en posición del loto, entra un pendejo con su noviecita y, cuando se acercan a mi lugar en esa cómoda-tarima, yo digo, nomás por tirar una onda, a modo de recibimiento:
Damián: ¿Quieren sentarse? - y empiezo a correrme a mi izquierda.
Como un corte en una película, que te deja una situación interrumpida y te pone otra sin solución de continuidad, este nene de mamá, este porteñito malcriado, respondió:
Porteñito: ¿Qué te pasa a vos, payaso?
Pegó, como en las más berretas y trilladas películas, su cara a la mía tratando de mirarme lo más macha y fijamente que pudo. Yo, que hace mucho tiempo que no tengo que enfrentar una situación de violencia, me quedé petrificado, tanto por la situación como por lo estereotipado del modo de agredir.
Damián (en adelante, el Tanito, por razones obvias): Qué te pasa a vos, en todo caso. Pensé que querían sentarse y les ofrecí correrme. ¿No entendés?
Pendejo porteñito no da bola y se pone a transar con la minita. Al rato, inyectado de testosterona mal, me vuelve a encajar la cara a 15 cm de la mía, esta vez porque sí. Decidí, con el corazón a 150, que lo quería reventar. Acerqué yo mi cara a 5 cm de la de él.
Porteñito: ¿Vos te creés que podés ofrecerme un lugar a mí? - Subrayó bien a lo macho argentino su persona con el pronombre.
Tanito: El problema lo tenés vos desde que llegaste. Acá no cabe la violencia. Este lugar es de todos.
Porteñito: Entonces, si es de todos, ¿cómo podés ofrecerme un lugar?
Me dejó sin palabras. El argumento era perfecto. Claro, formalmente perfecto. Porque su actitud no iba a ser acorde a su inteligencia -y acá está todo el problema de los argentinos-.
Vuelve a transar, pegado a mi rodilla. Vuelvo a escuchar a los poetas y a los músicos. La disonancia entre ambas situaciones era fenomenal. Yo estaba sentado en el mismo lugar, en la posición del loto, no me había corrido, y el niñito, parado al lado. De pronto me empuja la rodilla a propósito con el cuerpo. Una vez. Yo pienso rápido palabras decisivas; tardan demasiado en venir. Lo hace por segunda vez.
Tanito: ¿Y después que sigue, che?
Se da vuelta, y vuelve a ponerme la cara encima de la mía.
Porteñito: ¿Cómo dijiste?
Tanito: (le vuelvo a pegar la cara, ya entregado a que pasara lo que pasara) Qué sigue después de una agresión tras otra en un lugar como éste. Qué sigue, decíme.
Porteñito: ¿Vos me estás apurando a mí?
Tanito: Vos me estás apurando a mí desde que llegaste. Y sin motivo.
Yo no me movía. Él no se movía. Traté de recordar cuánto había fumado ya, cuánto aire para una pelea callejera tenía y qué golpes me convenían más, en caso de recordar cómo se daban.
Tanito: ¿No te das cuenta de que este lugar no da?
Bastaba con que, a continuación, yo hiciera un gesto hacia la puerta de calle, a menos de 5 metros. No lo hice. Defendí el lugar, que no conocía. Claro, se ve que hace mucho que no salgo porque me olvido de que la violencia nunca avisa. Si avisa, son plumas de pavo real para hechizar minitas. Porque el pendejo dijo, bajando mucho la voz, esta vez:
Porteñito: ¿Lo dejamos ahí?

Sorprendente, ¿no? ¿Para qué alguien patotea tanto si después no se la banca?
Tanito (que veía todo negro, mientras escuchaba poesía): ¿Qué cosa? Yo no empecé absolutamente nada. Vos empezaste todo: vos sos el que tiene que dejarlo ahí.
Porteñito (como si no hubiera escuchado, y levantando la voz para que ella conociera que era él el que liquidaba el asunto): Lo dejamos ahí.
Mantuvimos las posiciones durante 45 minutos más. Yo esperaba la siguiente patadita o empujón, y calculaba cuántos patruyeros pasan por Corrientes un viernes a la noche. Peor que ser cagado a piñas es ir en cana, en Argentina. La minita del pendejo, desde ya, contemplaba todo como si fuera todo correcto. Lo era, para ella, evidentemente. No hubo más empujoncitos. Al rato, el pendejo se va al fondo y trae una cerveza y vasos. En lugar de continuar esa lucha sorda por "el lugar de todos", agarra y se sienta bien lejos, donde yo había estado antes, y sigue transando –jamás escuchó un poema ni aplaudió a ningún músico- y cada tanto me miraba. Y yo lo miraba.
Me quería ir, naturalmente. Estoy viejo para estas cosas. Sorpresivamente, el Recuperador se sienta a mi lado en la cómoda-tarima y me dice: "¡Qué bueno que alguien se haya sentado acá! Yo puse esto acá a propósito para que la gente se sentara y pudiera ver".
Damián (que ya respiraba, por eso no es más el Tanito): Sí, yo lo vi desde allá, y me gustó. Es como una tribuna de fútbol.
Seguimos charlando. Me hablaba bien de la gente, etc., e hizo cierta alusión crítica a algún descontrol; yo pensé que aludía a este pendejo. Le conté.
Recuperador: No, tenés que decirme a mí. ¿A ver? ¿Quién fue?
Damián: No, che, no soy un botón. No importa quién fue.
Recuperador: Yo no quiero eso acá. Dime quién fue.
Damián: No. Además ya está: le dije que acá adentro, violencia no.
Recuperador: Exacto, ni acá ni afuera ni en ningún lado.
Me ofreció cerveza, le expliqué que ya me había tomado todo lo que se podía tomar en la vida, pero insistió con "un vasito". Le acepté, se fue a buscarlo, pero lo invitaron a tocar y se olvidó.
El tiempo pasaba. La quena que tocaba el Recuperador sonaba mágica. Pero el Tanito refluía: no te voy a dar el gusto de irme. Me voy a quedar a escuchar cosas que quiero escuchar, porteñito de mierda.
En eso, una mina muy fuera-de-sí se me acerca y se me pone a hablar y a tocarme, como si tocar fuera parte del uso de la palabra. Discurso completamente incoherente, por razones imaginables. Se me presentó tres veces, y tres veces olvidó mi nombre. Le dije que estaba esperando a alguien, pero que me parecía que no iba a venir. Que si me aguantaba media hora más (el tiempo de reto al pendejo que me había dado a mí mismo, trago de cerveza mediante), yo la acompañaba a la parada del colectivo correcto. Me agradeció, pasó la media hora y nos fuimos. No hubo tiempo de tomarme mi última cervecita. Caminar con esa mina del brazo diez cuadras hasta el 64 fue surrealista. No voy a contar las cosas que dijo y propuso. La dejé subiéndose al colectivo, a salvo al menos por unas horas de sí misma, y me fui.
Me fui. Pero voy a volver. Esta es mi ciudad, esta es mi calle, este es mi barrio –sí, porque además, este lugar recuperado queda en mi barrio-.
Pero no dije lo más importante: este pendejo porteñito estaba "limpito". Sí. Y era inteligente. Y era de clase media. ¿Me explico? ¿No? Digámoslo así: si vos, nenito de mamá, querés hacer bardo para impresionar a la boluda de tu minita de papá, hacelo en un Macdonald o, si te da, hacelo en un salón VIP. Pero no en un espacio recuperado: estás, vos, okupando lo que no te corresponde. Porque cuando tengas cuarenta vos vas a ser Macri, sabés, y no el poeta maldito que ahora te creés.

lunes, 2 de febrero de 2009

¿Qué carajo significa esto?

Hay diferentes servicios -la palabra todo lo dice- muy similares a este:




Sí, ya sabemos: todos los servicios secretos de todos los países del mundo tienen hace tantísimos años la información de todos nosotros. Sabemos también "cuánto valen satélites espías", y cuántos más son ahora que cuando el Indio cantaba ese tema. Y ya todos hicimos el tour de Google Earth, o sea, las migajas atrasadas que nos dan de la vigilancia permanente que hoy se sigue actualizando minuto a minuto (lo he comprobado: las fotos satelitales de Google Earth son de hace un año, aproximadamente).
Pero también sabemos, los que tenemos más de cuarenta, lo que significó el poder ocultarse: significó salvarse. Salvar la vida.
Puede que, bien intencionadamente, alguien desee encontrar a alguien, hoy por hoy, de quien ha perdido el rastro: ponéle. Ponéle que, utilizando este servicio (qué palabrita!) de red, mi viejo gran amor me chatea: ponéle. Ponéle también que cierta persona que me debía dinero ha cambiado en su forma de ser y decide devolvérmelo… bueno, esto no lo pongamos porque no se lo cree nadie.
Pero sí pongamos que una madre quiere encontrar a su hijo secuestrado o robado. En ese caso, bien vale el sistema. Sin embargo, no es para eso que está hecho, ni serviría, evidentemente.
De lo que se trata es de: encontrar, de cualquier modo que sea y porque sí a cualquiera. Macanudo: ¿y después?
Si antes de la red virtual había que encontrar a alguien, uno agarraba y se movía. Uno llamaba a uno, a otro, iba acá, allá, y a lo mejor tenía suerte y, tras un esfuerzo que uno consideraba que lo valía, encontraba a la persona que quería encontrar. Pero ¿qué carajo es esto?
A ver, perdón por contrastar anacrónicamente, pero: obtener la data de alguien sin el consentimiento de este alguien, no hace muchos años equivalía a la delación. Y hace no tantos años, se obtuvo bajo tortura seguida de desaparición.
¿De dónde sacaron estos sistemas globalizados que yo quiero que cualquiera sepa dónde estoy, cuál es mi número, cuál es mi dirección y en qué ando? Yo, Damián Grimozzi, personalmente, y por decisión propia, los he hecho públicos en este blog, y siempre figuré en Guía. Pero podría con todo derecho haber decidido otra cosa. Ahora ya no puedo decidir. Lo único que puedo hacer es personalizar mi perfil, buscando la foto en que haya salido más lindo, por las dudas. Ponéle.